Dietas e injusticias
Cómo no hablar de la terrible palabra en estas fechas. Esa palabra odiosa que comienza a atacarnos por primavera. La única novedad en costumbre tan ancestral es que ahora no solo la practican mujeres sino también hombres. Da gloria ver a un hombre negándose el placer de una cerveza, o sin probar el pan. El otro día me llevé un alegrón al coincidir en la elección de la barrita alimenticia de yogur versus naranja con chocolate con un usuario de mi farmacia. Salí contenta al comprobar que ya no somos el único género que se somete a tal sacrificio. Duró poco mi alegría. Me adelantó con paso veloz el susodicho. Él y sus pantalones dos tallas más pequeñas de la que le correspondía. Tenía un trasero perfecto, muslos firmes, sin el más mínimo rastro de piel de naranja. ¡Injusticia, injusticia divina absoluta! Pensé que aún era poco castigo el que les salga pelo por todas partes. ¡Más debían de tener! Y estar obligados a depilárselo una vez al mes. Es esta una sociedad extraña en la que nos esforzamos por no ser nosotros mismos. Dietas, cremas, uñas postizas, wonderbra y ¡wonderslip para ellos! Si es que sales y no sabes ni con quién ligas. En un acto de reafirmación personal absoluta agarro el bikini y me largo a la playa a enseñar lo que me sobra y lo que no.
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