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Reportaje:

Un gallego de Minnesota

Brabender conoció A Rúa gracias a un vídeo y unos folletos, hoy es hijo adoptivo

El tiempo pasa, todo cambia y Wayne Brabender suelta una espontánea risotada cuando le hacen ver que él, uno de los grandes héroes del baloncesto español, llegó desde Minnesota y son ahora sus paisanos los que lo reciben como un adelantado a Ricky Rubio. "Es fantástico y muy gratificante para quienes pudimos haber ayudado en la evolución del baloncesto español", dice Brabender, que va camino de los 66 años y mantiene un aura mítica: "Hace 26 años que me retiré y la gente todavía me para por la calle para recordarme algún partido".

Esta semana no dejaron de pararle en A Rúa, por más que ya sea un habitual. La relación del exjugador del Real Madrid con Valdeorras nace de una tertulia gastronómica en la capital y de la amistad con dos personas de la villa, una de ellas Rafael Gayoso, ya fallecido. Hace de ello 20 años, tiempo en el que Brabender prolongaba como entrenador de elite su vínculo con el baloncesto. "Pero siempre tuve vocación por la docencia", advierte. Ese interés llegó a José Vicente Solarat, entonces alcalde de A Rúa, que le planteó la posibilidad de organizar un campus estival de baloncesto dirigido a chicos de entre 8 y 17 años. "Se vino a Madrid con un vídeo y unos folletos. Vi aquel entorno, el embalse, las montañas, y me dije: eso lo tengo que conocer", recuerda Brabender. Allí comenzó una historia que no deja de escribirse cada verano, pero que tuvo un pasaje especial el pasado mes de enero cuando recibió el título de hijo adoptivo de la localidad. "Ahora soy un gallego con acento de Minnesota", bromea.

Hace 20 años que el exjugador del Real Madrid dirige un campus para niños
"Nos gusta entrenar, pero también involucrarnos con la gente del pueblo"

Veinte veranos en A Rúa sirven para generar afectos, pero también para dejar un trabajo. Brabender se apasiona cuando habla del campus, de cómo han cambiado algunos valores entre los jóvenes, pero también de cómo él y los monitores que dirige se afanan en mantener aquellos que considera esenciales. A su lado no falla Luis Moratinos, una de las almas del baloncesto de Valladolid, ayudante suyo como preparador físico en su periplo como técnico en la máxima categoría y ahora coordinador del campus. "Queremos que el baloncesto ayude a la formación integral de los pequeños como personas. Les damos una base deportiva, pero les transmitimos sobre todo que ganar es saber jugar y respetar a compañeros y contrarios. No nos gusta ver que lo pasan mal o que están nerviosos antes de una competición".

Es puro Brabender, caballero en la cancha hasta que las dejó pasados los 40, a caballo entre varias generaciones, un ecléctico que pasó del medio Oeste americano al Madrid de los sesenta, cambió la NBA por el DNI, se casó con una navarra y disfruta del tesoro de la Galicia interior. "Los tiempos cambian, pero no lo hacen ni para peor ni para mejor. Simplemente es diferente. El deporte sigue siendo un factor importante en la formación de los jóvenes y es importante incidir en ello más ahora que la oferta de tiempo libre es tan amplia".

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El campus echó un nuevo telón ayer tras una semana de intensidad deportiva y social. "Nos gusta entrenar, pero también involucrarnos con la gente del pueblo", explica Brabender. Es en esos momentos cuando A Rúa se acerca a la leyenda y acaba por percibir al hombre como uno de los suyos, pero también cuando fluyen las vivencias y las anécdotas, los recuerdos de quienes crecieron con las retransmisiones de televisión, la voz en la narración de Héctor Quiroga y las suspensiones de Brabender, con el número 4, desde la esquina.

La línea de tres puntos le llegó ya de retirada, pero ahora, pasados los años, el rubio de Minnesota desvela que no le gustaba poner todo el énfasis en aquello que se consideraba su máxima fortaleza. "Lo que me atraía era defender. Siempre quería coger al mejor del otro equipo y anularlo. Yo en realidad quería ser el mejor defensor de Europa". Era un baloncesto menos físico, quizás más amable. "Luego se cambió la mentalidad y en los años setenta se comenzó a acuñar otro prototipo de jugador más alto y fuerte", recuerda el veterano americano, desde hace 13 años profesor de educación física en un colegio de Getafe. Allí todavía se le acercan los padres orgullosos de verse ante una de las piedras sobre las que se edificó una de las epopeyas más importantes del deporte español, la que convirtió a nuestro baloncesto en campeón de Europa y del mundo, en doble medallista de plata en los Juegos Olímpicos.

Ahora que lo cotidiano es ganar a serbios y rusos o que en Estados Unidos reciben a los baloncestistas españoles con el respeto que se han ganado los mejores, es bueno no olvidar que otros tuvieron que saltar un listón que parecía inabordable. "Nos sacaban una cabeza a todos, pero conseguimos ganarles varias veces. Ahora ves a la selección, a ese gran nivel, y sientes que aquella en la que jugué colaboró un poco en la evolución de nuestro deporte en España".

Wayne Brabender.
Wayne Brabender.CARMEN TUDEL (DIARIO AS)

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