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Columna
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Hombre, ¡dos federalistas!

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Sostenía Santiago Rey, el editor de La Voz de Galicia, en un célebre artículo de indignación y de protesta -ya ven que no solo los perroflautas están cabreados- que "la imposición del gallego es solo un síntoma de la deriva del Estado de las Autonomías. Los estados federales establecieron mejores pautas de cohesión que las que se están dando en España en asuntos como la financiación autonómica, la educación, la ruptura de la unidad de mercado o el gravemente deteriorado principio de la igualdad entre los ciudadanos". Más recientemente, y a propósito de la reunión del Consejo de Política Fiscal, Javier Sánchez de Dios -que es tenido comúnmente por editorialista implícito de Faro de Vigo- escribía "El Consejo debería haber servido como apertura de un debate inevitable: si este sistema es viable o no. Ese debate no es sobre recortes del modelo sino para rectificar sus excesos. Y acaso proceda preguntar por qué los estados federales, e incluso algún confederal, no tienen los problemas del autonómico".

Lo que ambos predican es lo mismo que la FAES: que Madrid, epítome de España, recupere poder

¿Quiere esto decir que se encuentran Santiago Rey y Sánchez de Dios entre los defensores del federalismo? ¿Mantienen que habría que quitarle competencias al Estado central para evitar duplicidades? ¿Afirman que habría que suprimir ministerios? ¿Sugieren que hay que aumentar impuestos a los ricos y redistribuir a cuenta del principio de igualdad? ¿Demandarán a Feijóo y a Rajoy, como si fueran catalanes, mayor autogobierno en aras de la eficiencia? ¿ un nuevo Estatuto para Galicia? Quedaríamos boquiabiertos, con una cara de tontos más grande que la luna, si así fuera. Lo que ambos predican con notoria reticencia es lo mismo que la FAES: que Madrid, epítome de España, recupere poder. Lo hacen, desde luego, al modo de Eugenio D?Ors, de quién se decía que después de escribir un artículo le preguntaba a su secretaria "señorita, ¿se entiende bien?" Y cuando esta le respondía "sí, don Eugenio", este le imploraba "pues confúndamelo un poco".

Tal vez la opinión pública no es, en Galicia, muy autonomista, pero la opinión publicada, desde luego, no lo es. Los principales medios no dudan en argumentar en la línea de los que sitúan a las Comunidades Autónomas en el punto de mira. En realidad, están creando el caldo de cultivo propicio para que Galicia se desvanezca, como, de hecho, ya es el caso. Si se sigue el guión, comunidades como las dos Castillas, Madrid, Murcia, etc, solicitarán devolver competencias. En Valencia, Mallorca, Galicia -y Andalucía, si gana el PP- se reservarán de momento, dado el actual estado de opinión. Pero el rumbo quedará fijado. Si tienen éxito, solo será cuestión de tiempo. Ese, y no otro, es el objetivo.

Eso no quiere decir que el modelo no debiese ser modificado. En un sentido federal, justamente. Galicia, como las otras comunidades, carece de corresponsabilidad fiscal, lo que está en el origen de trifulcas como la actual, en la que hay una gran confusión acerca de quién le debe dinero a quién. Ello sucede porque las comunidades están muy descentralizadas en el gasto, pero quien realmente decide en qué lo hacen es el Estado central. España, digan lo que digan, sigue siendo un país muy centralista. Los que sugieren otra cosa o mienten o ignoran cómo funciona el Estado. Lo primero, desde luego, es más frecuente que lo segundo.

En la España que viene, donde es más que probable que el PP obtenga la mayoría absoluta y en la que tendrá la mayor concentración de poder en el período democrático, la dialéctica va a estar muy marcada por el conflicto entre el programa de recentralización de la derecha y las mayorías nacionalistas en Cataluña y, después de las elecciones correspondientes, en Euskadi. La tensión entre esos nuevos afanes centralistas y el independentismo creciente va a ocupar el centro del espacio. No es descartable que, al final, se pacte un nuevo estatus de ambas comunidades mientras se desmontan paso a paso otras.

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Con el actual Gobierno es lo que ya está sucediendo en Galicia. La legislatura de Feijóo empezó con una fenomenal diatriba contra el gallego que lo ha dejado, en especial en Educación Infantil, al mismo nivel que un idioma extranjero. Después, vino el folletín de las caixas. Al final, según todos los indicios, Novacaixagalicia desaparecerá, troceada por el estado después de sanearla con fondos del FROB, o quedará, a través del nuevo banco, en manos de un grupo de inversores que tanto da que sean gallegos o chinos, conociendo a los primeros y el sarcasmo que en sus labios adquiere la palabra "galleguidad". De la desprotección del medio físico para beneficiar los intereses privados este periódico da cuenta casi cada día. No hablemos hoy de la austeridad como pretexto para destruir el bienestar y de su implacable efecto de desestructuración social. Y suma y sigue.

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