Del optimismo a la cruda realidad
El problema de Zapatero no es en realidad exclusivo de Zapatero: es el problema de toda la izquierda europea que lleva años subyugada por las bondades de la liberalización, las ventajas de la globalización financiera, y por no considerar necesaria o viable una regulación a escala internacional. Frente al poder de las ideas, Zapatero decidió confiar en su baraca, en sus intuiciones, en el optimismo antropológico y en una variedad casi infinita de juegos de manos que no sirven para situaciones críticas como la actual. El énfasis equivocado del pasado viernes en los signos que muestran la salida de la crisis supone volver una vez más por donde solía: la crisis del euro es hoy más aguda que nunca; la desaceleración mundial es un riesgo innegable que puede truncar la frágil recuperación española. Estamos como estábamos: si llega la recaída y por lo tanto España no puede cumplir con el objetivo de déficit, la solución mágica de Zapatero es agarrarse a los recortes con la citada fe del converso. No se divisan grietas en esa ciudadela.
El legado de Zapatero está muy condicionado por esa grave crisis que afecta por igual a dirigentes de izquierdas y de derechas en todo el Atlántico Norte. Ángel Ubide, investigador del Peterson Institute de Washington, asegura que con Zapatero pasará lo que ha pasado con todos los presidentes de la joven democracia española: "La historia lo juzgará con más benevolencia que los periódicos de estos días: al cabo, Zapatero ha puesto en marcha las políticas que todos, todos los organismos internacionales sin excepción le pedían a la economía española desde hace 20 años; aunque es muy posible que de haberlo hecho un año antes hubieran sido mucho más eficaces".
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