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Crítica:FESTIVAL PORTA FERRADA | GILBERTO GIL
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¡Fiesta!

Mientras una parte del litoral barcelonés era azotado por las trombas de agua, el puerto de Sant Feliu de Guíxols se convirtió en una fiesta. Una fiesta acariciada por una suave pero penetrante brisa mediterránea y animada a ritmo de forró llegado directamente del noreste brasileño. Una fiesta plagada de ritmo y buenas vibraciones oficiada por un maestro de ceremonias de altos vuelos: Gilberto Gil.

El exministro de cultura brasileño pasó por el Festival de la Porta Ferrada con una propuesta muy distinta de la de su última visita a tierras catalanas. Si entonces imperó la búsqueda de la intimidad y de la cercanía, esta vez fue un estallido de luz y color que lo inundaba todo y ante el que era imposible no caer rendido o permanecer quieto. Las gradas situadas en el puerto comenzaron a moverse con los primeros compases y no dejaron de temblar hasta el final del espectáculo, demostrando su solidez porque sobre ellas se bailó, se cantó y se saltó a placer.

GILBERTO GIL

Puerto de Sant Feliu de Guíxols Girona

30 de julio

No fue casual que el primer tema de la velada fuera na Festa, título de su último disco y toda una declaración de intenciones que se cumplieron a rajatabla. Gilberto Gil, a punto de cumplir los 70 años, se trajo todas las formas danzantes del forró, se fue hasta sus raíces tropicalistas en los primeros setenta para rescatar melodías eternas como Lamento Sertanejo o Expresso 2222 y versionó con igual soltura tanto a Luiz Gonzaga como a Bob Marley. Cantó con una fuerza contagiosa e hizo cantar al personal, bailó con elegancia y desparpajo y puso a bailar a todos los asistentes.

Una auténtica fiesta en la que también tuvieron mucho que ver los seis músicos que le acompañaban. Gil ha montado una banda sólida y colorista, idónea para la explosión danzante que propone. Buenos instrumentistas que derrocharon ritmo a manos llenas y que podían pasar de los instrumentos tradicionales a los electrónicos con incursiones tan curiosas como un banjo de cinco cuerdas o una mandolina.

Gilberto Gil, durante su actuación en Sant Feliu de Guíxols.
Gilberto Gil, durante su actuación en Sant Feliu de Guíxols.XAVIER CASALS
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