El fin de ETA, legado al futuro Ejecutivo
En materia antiterrorista, tras el fiasco del proceso de negociación abortado el 30 de diciembre de 2006 con el atentado de la T-4, se ha producido una franca recuperación e incluso despegue. Felizmente Moody's no debe valorar la solvencia de ETA porque hoy, al fin de la segunda legislatura socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, se hallaría en uno de los momentos más bajos de su historia en cuanto a víctimas mortales que es, en definitiva, el guarismo por el que debe medirse su cuenta de resultados. En democracia, sólo en 1999, bajo la tregua bendecida por el PP, tuvo su casillero de muertos a cero, como ocurre en lo que va de año, bajo un nuevo parón de sus armas.
Pero hay un dígito que aún hace más negro su balance: 278 detenidos desde 2008 y sin contar las capturas de este año. Si a esto se suman las de la anterior legislatura socialista y las del periodo popular, más de 2.021 etarras han sido puestos fuera de circulación desde 1996.
Su precariedad laboral es visible. Durante los años ochenta, los españoles conocían los nombres y alias de los etarras más buscados. La alineación del comando Madrid, que lideraba José Luis Urrusolo, era casi tan conocida como la delantera del Real Madrid. Hoy, en cambio, si se lee la lista de los etarras más buscados, salvo los servicios de inteligencia, nadie sabe, por ejemplo, si un tal Raúl Aduna Vallinas es un profesional del terror o de la fontanería. Sus nombres no calan porque no poseen currículo (muertos/atentados). El vertiginoso ritmo de detenciones/sucesiones vivido en esta legislatura en la banda hace imposible memorizar los nombres de sus dirigentes. Suben con igual facilidad en el escalafón como al furgón policial.
Si se mide en muertos, ocho desde 2008, frente a 23 del último gobierno popular, el declive del terrorismo etarra es evidente. Pero hay un elemento aún mayor para el optimismo al cierre de esta legislatura: el buen resultado electoral de la marca política que defiende en las urnas el ideario de ETA, Bildu, hace difícil que el grupo terrorista vuelva a las andadas. Su regreso posibilitaría exigir que Bildu condenase sus atentados y poner en riesgo su legalización.
Es difícil medir la eficacia contra ETA de un Gobierno, cuando dispone de una plantilla galáctica en la lucha antiterrorista a la que basta con dejar jugar a sus anchas, lo cual no es poco. Pero Zapatero deja una magnífica herencia antiterrorista, como sin duda la recibió, que posibilita al futuro Gobierno que salga del 20-N contemplar más cerca la disolución definitiva de ETA. La única discusión es cuánto más cerca.
Pero también cabe que ETA no se disuelva en la próxima legislatura, ni en la siguiente, prosiga en su hibernación actual, y que a nadie le importe. Dará igual que robe coches, doble matrículas o acumule explosivos y se erija en consejo editorial de Bildu. Porque una ETA que no mata no es un problema para ningún Gobierno. Probablemente, le causarán más estragos los muertos del tráfico vial.
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