"Para salvar la calidad hay que reducir prestaciones"
Julián García Vargas (Madrid, 1945), economista, exministro socialista de Sanidad (1986-1991) y de Defensa (1991-1995), cree que el Estado del bienestar tiene problemas. "Hay más preocupación por atender las demandas sanitarias de los mayores que las necesidades educativas de los jóvenes. Y eso hay que planteárselo, porque no hay dinero para todo", esgrime el hoy patrono de la Fundación Pfizer.
Pregunta. ¿Cuál es su diagnóstico de la sanidad pública?
Respuesta. El sistema en tiempos de normalidad es sostenible, pero no estamos en época de normalidad. Y en los buenos tiempos el gasto ha crecido por encima del PIB, eso perjudica a las otras partes del Estado del bienestar. Si no se toman medidas y se delimitan mejor sus prestaciones se daña la calidad general de todos los servicios, los importantes y los no tan cruciales. Hay que plantearse reducir el 5% de las prestaciones para salvar el 95% con la calidad impecable que deben tener.
"Los ciudadanos deben comparar el gasto en sanidad con el de televisión"
P. Ese plan de reducción se ha planteado ya en Cataluña, pero de una manera drástica.
R. Allí, en un primer intento dramático, se está intentando reducir un porcentaje de todo. Eso es una decisión de emergencia, porque lo que hay que plantearse es que en algunas cosas hay que reducir el 5%, en otras el 10% y en otras nada.
P. Habla de medidas urgentes y de analizar las prestaciones.
R. El problema es que el sistema no tiene mecanismos para controlar la demanda, que en sanidad tiende a ser infinita. Pero hay fórmulas, y la más importante es revisar el catálogo de prestaciones, que apenas se ha tocado desde hace años. Se tienen que incorporar prestaciones nuevas y por lógica habría que eliminar otras poco importantes o anticuadas. Y lo mismo con los medicamentos. Se debe explicar a los ciudadanos que tal prestación o tal otra no entra, que no se pueden financiar...
P. ¿Cuáles sacar del sistema?
R. Cataluña ya ha hablado de algunas, como la fecundación asistida. No es una prestación vital, no suele obedecer a una patología sino a una decisión personal de retrasar la maternidad. Se podría pensar en una financiación parcial. En medicamentos es más evidente. Hay fármacos más personalizados y eficaces, pero meter unos significa sacar otros, como el paracetamol o el ácido acetilsalicílico; baratos pero también de uso generalizado.
P. ¿Es útil el copago?
R. El copago en atención primaria no genera grandes ingresos y apenas moderaría la demanda. Somos el único país europeo que no tiene ninguna fórmula de copago, junto con Reino Unido; pero ese país es mucho más estricto en la lista de prestaciones o en la comodidad de sus servicios hospitalarios. España ha mejorado sus hospitales y su calidad. Tenemos más centros y mejores, pero hemos hecho un esfuerzo económico que no podemos mantener.
P. ¿Y copago hospitalario?
R. Soy partidario de las tasas en el uso de los servicios públicos, pero hay que huir del debate del copago sanitario porque aleja del verdadero problema. No hay fórmulas mágicas, y menos esa. Lo que hay que hacer es que la cultura de contención de gasto se instale en la sanidad. El sistema no puede llegar a todo en las condiciones de comodidad que a veces se exigen, pero sí debe llegar a todo en condiciones de calidad. Si tiene que haber dos personas en una habitación de hospital, que sea. Quizá tenga que retrasarse el funcionamiento de camas en algunos centros nuevos, que ahora tienen dificultades presupuestarias. Como dijo Olof Palme [antiguo primer ministro sueco]: "Para que el Estado del bienestar funcione no hay que sobrecargarlo".
P. ¿Los ciudadanos deben acostumbrarse a perder comodidad, a más listas de espera?
R. Un poco de todo. Los presupuestos tienen que ajustarse a las cantidades reales, y cumplirse a rajatabla. Se han tolerado desajustes y así estamos.
P. Entonces, de más financiación para el sistema, ni hablar.
R. El sistema necesita cierta financiación adicional, que yo cuantificaría en la deuda de unos 12.000 millones de euros que las comunidades tienen con proveedores farmacéuticos, tecnológicos y generales. Hay que saldarla pero a continuación hay que poner mecanismos para que la deuda no vuelva a generarse.
P. ¿Debería ser finalista la financiación para sanidad?
R. La decisión del PP de que no lo fuese es coherente con el Estado de las autonomías. Son los ciudadanos los que deben valorar si la parte que se dedica a sanidad es la adecuada y compararla con otros gastos. Si una comunidad gasta 300 millones en televisión autonómica -y hay unas cuantas- tendrán que valorar si eso es esencial. O si pagan la Copa del América o eventos culturales.
P. ¿Hay que revisar el copago farmacéutico?
R. Sí, escalonarlo. Hay muchas posibilidades entre medias. Y revisar el sistema de aportaciones. Es incomprensible, que sigamos con el sistema de aportación del 40% [del precio del fármaco] de los activos y de cero de los pasivos, con independencia de la situación de cada ciudadano.
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