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Columna
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Sudán del Norte, Sudán del Sur

Sudán es un país pobrísimo que tiene muchísimo petróleo. Esa dicotomía suele ser habitual, porque seguramente ni el petróleo es suyo ni lo gestiona ni lo disfruta. Ahora ha conseguido que Sudán sean dos países pobrísimos tras la secesión del sur para convertirse en el país 193 del mundo. Miseria, paro, analfabetismo, guerras fratricidas, millones de muertos como política contra el paro, incertidumbre.

Los países ricos nunca se separan, al menos en la época moderna. Las secesiones son cosas de países deprimidos, donde suele prevalecer más que el espíritu nacional, las ansias de unos pocos por disfrutar lo poco que tengan, lo poco que queda, tras ser arrasados por una lucha fratricida.

Ahora tenemos dos Sudán, pero la misma realidad. Recuerdo otros casos como Osetia del Norte y Osetia del Sur en las deprimidísimas repúblicas bálticas de la antigua Unión Soviética. O Nigeria y Níger, o los dos Congos. Siempre he pensado que son operaciones calculadas por quienes gestionan sus pocos o muchos tesoros, porque en el fondo, supongo, que a los sudaneses les da lo mismo morir de hambre siendo del norte o del sur. No se muere mejor por eso.

A su alrededor hay más lugares que ansían secesión. Siempre hay gente que quiere librarse de un dictador (y el sudanés del norte, Al Bachir, está acusado de genocidio) y lo ocurrido en Sudán con todas las de la ley animará otros procesos que seguirán fraccionando el mapa de África, complicándolo y en cualquier caso manteniendo su nivel de pobreza y falta de desarrollo.

Las grandes celebraciones siempre tienen su lunes de resaca. No hay nada más desolador que el día después de una fiesta, cuando todo ha pasado, los efluvios han concluido y la realidad se convierte en un dato terco de la vida cotidiana. Cuando Sudán del Sur desaparezca de los informativos, la cruda realidad será probablemente la misma que era. El crudo seguirá siendo de quien era y el hambre también.

Por si hubiera algún resquicio, además el nuevo estado es de confesión católica, rodeado de países musulmanes, lo que anticipa algún tipo de conflictividad con el islamismo radical. Ahí está la fiesta, en esas selecciones de fútbol y baloncesto que llevarán por primera vez su bandera. Más de uno llorará de emoción, porque han sido muchos años de calvario y muerte para conseguir este fin. Pero una vez conseguido, el reto seguirá siendo ser un país. Ojalá el Sur lo consiga. En el norte, con Omar al Bachir parece algo muy complicado. Salva Kiir, el del Sur tiene ahora su oportunidad. De momento, es el último país del mundo, por fecha de nacimiento, y de los últimos cuando mira al futuro. Y al presente.

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