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Reportaje:

Los Freak Brothers de París

Gilbert Shelton, figura del cómic 'underground', ve por fin editadas en España las obras completas de sus corrosivas criaturas: le visitamos en su estudio de la capital francesa

Apenas un rótulo y un diminuto escaparate con algunas de sus creaciones hechas en papel maché anuncian el refugio parisiense de uno de los padres del cómic underground. Gilbert Shelton (Houston, 1940) vino a la capital francesa de vacaciones hace 25 años y se quedó. Por aquí campa en su caos de recuerdos. Incontables dibujos pueblan las paredes. En su mayoría, de los Fabulosos Freak Brothers, sus personajes más populares. Shelton lleva viviendo 40 años de las peripecias de estos hermanos fumetas. Justo hoy han entrado por la puerta varias cajas con tomos de la primera parte de la edición integral que ha editado La Cúpula en España. Palpa sus páginas y susurra: "Uhm, papel grueso, me gusta".

"Tengo 71 años y ya no puedo abusar de las drogas como antes"
"En EE UU hay centro derecha, derecha y extrema derecha; y en España, igual"
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Con su sombrero fedora y sus sandalias con calcetines, las gafas colgando de una camisa con tirantes y un rotulador asomando del bolsillo, el personaje es la viva estampa de un asceta. Un hombre que ha entrado en el último estadio de la vida contemplativa. Su discurso ralentizado parece confirmarlo. Dice que ya no le queda nada que ver en París. Tiene una casita en la Borgoña, donde se refugia casi todo el verano.

Casi involuntariamente, se convirtió en uno de los últimos agitadores del distrito 11 de la capital francesa, donde hasta hace un par de años tocaba y cantaba en un bar estilo Nueva Orleans junto al viñetista y fotógrafo Bruno Blum. Cerraron el local por quejas de los vecinos. "Como no se podía fumar dentro, la gente salía a la calle. París se ha convertido en una ciudad residencial, casi no quedan bares así". Como recuerdo queda su piano eléctrico en un rincón del estudio.

Él mismo ha abandonado los excesos. "Tengo 71 años, ya no puedo abusar de las drogas como antes. Pero mi temperamento no ha cambiado mucho. La gente se decepciona cuando descubre que no soy un tío tan salvaje como los Freak Brothers". Asegura que nunca pudo trabajar colocado. "El LSD dilata mucho las pupilas. Eso hace que resulte imposible ver bien de cerca. El alcohol hace algo parecido, pero no de manera tan drástica. Las drogas no son buenas para dibujar. Excepto el café, supongo", y da un sorbo de la taza que le ha servido Pic, su ayudante, probablemente la única persona con quien comparte cotidianamente sus silencios. Junto a Pic ha creado Not Quite Dead, un grupo de rock tan malo que el Gobierno estadounidense lo envía de gira a un país ficticio con el fin de provocar una guerra.

Asegura que su discurso no se ha politizado más con los años. Ya en su época estudiantil, en la Universidad de Texas, Gilbert Shelton tocaba bastante las narices. "Se suponía que estaba estudiando Política e Historia, pero mi auténtica educación fue dirigir la revista satírica del campus", recuerda. De esta época data Superserdo (en inglés, Wonder Wart-Hog), una parodia de Supermán. Aunque aún no estaba claro que su futuro estuviera en el cómic.

Él quería ser rockero. Un día otra estudiante tocó a su puerta. "Hola, soy Janis. Me ha dicho un colega que puedo quedarme en tu apartamento hasta que encuentre algo". Aquella chica rechoncha distaba mucho de Janis Joplin, el mito, "pero su voz ya destacaba", recuerda Shelton. "Le propuse que montáramos un grupo de rock. Pero me dijo: 'Los artistas de folk no hacemos rock'. Después cambió de opinión, pero ya era demasiado tarde para mí". Más tarde, en 1965, Bob Dylan tocó por primera vez en Austin. Shelton se propuso entrevistarle para su revista y se apostó en el hotel: "Habían perdido la batería y les ayudé a conseguir una. También algo de marihuana. Durante la entrevista nos bajamos una botella de whisky. Al día siguiente no recordaba nada y me lo tuve que inventar todo".

Aunque componga y cante, lo más cerca que ha estado de tener un disco propio ha sido cuando los Grateful Dead le encargaron ilustrar la portada de Shakedown Street (1978). Aún hoy conserva el original enmarcado junto a su mesa de dibujo. "Solo me dijeron que estaban hartos de sacar esqueletos", se ríe. Y añade, con cierto orgullo de perdedor: "Es el disco de Grateful Dead que peor se ha vendido en su historia".

Antes había probado en Nueva York como redactor en una revista de coches (su otro hobby de juventud). "Mi primer y último trabajo de verdad", asegura. Regresó a Austin, donde ejerció de cartelista para una sala de rock. Y volvió a Nueva York para trabajar como ilustrador en la revista Help!, fundada por Harvey Kurtzman tras abandonar Mad. Terry Gilliam era el asistente de edición. Su futuro en el cine quedaba aún lejos.

A finales de los sesenta, se fue de vacaciones a San Francisco y acabó montando un negocio. "Compré una imprenta barata con unos amigos para seguir haciendo posters de rock, pero la calidad era una mierda. Nos resultaba más fácil y rentable imprimir comics". Y nació la editorial Rip Off Press. Retomó una idea que ya había presentado en el local de rock de Austin, que también programaba cine: "Una noche vi un programa doble, de los hermanos Marx y Los tres chiflados. Pensé: 'Yo puedo hacer algo así de gracioso'. Hice un corto, cuya única copia ahora está perdida, y una tira cómica para promocionarlo. A todo el mundo le gustó más la tira que la peli y abandoné mi idea de ser cineasta", explica. Desde su creación, en 1971, ha habido una decena de intentonas de trasladar los Freak Brothers de las páginas a la pantalla. Solo prosperó una: la pornográfica Up in flames. Hoy hay una adaptación en animación con plastilina paralizada por falta de presupuesto, aunque se puede encontrar el trailer en YouTube.

A pesar de que muchas de sus historietas, vistas hoy, resulten casi pueriles, Phineas Freakears, Freewheelin' Frankin y Fat Freddy resultaron un éxito en los setenta por conformar un disparatado retrato de la contracultura autoindulgente de la era hippie. Frente a sus abusos alucinógenos, se dibujaba también una sátira de los abusos de las autoridades estadounidenses.

Aún hoy, Shelton recela del Gobierno de su país, al que apenas viaja. "Sigue habiendo libertad de expresión, aunque la han dejado en manos de las corporaciones, que han tratado de minarla poco a poco". Y concluye: "Ya solo existe centro derecha, derecha y extrema derecha. Y en España os pasa como en EE UU: la derecha más extrema está enfadada. Sabe que quieren el poder pero no tiene un programa definido con el que afrontar la situación".

Ante tal panorama, él prefiere declararse "cínico antes que pesimista" y mantiene un temperamento "joven e irresponsable". Al fin y al cabo, vive de hacer reír a la gente. "Cierto, pero la mayoría de los humoristas que conozco se amargan pasados los 50. Qué provoca la risa es un misterio. Nadie ha logrado realizar un buen estudio de qué convierte algo en gracioso. Solo sé que a menudo implica la desgracia ajena".

Confiesa que hoy le tiembla demasiado el pulso. Trabaja muy lento. Por eso es más fácil verle compartiendo conferencias junto a Robert Crumb, el otro viejo pope del undeground (y a quien representa la esposa de Shelton, Lora Fountain). "Siempre fue un outsider, ni siquiera le gustaba fumar marihuana, solo dibujar compulsivamente. Nos complementamos bien. Él es un cascarrabias y yo siempre seré ese tío majo que además hace cómics".

Una viñeta de los inconfundibles Freak Brothers, una de las biblias del <i>underground</i> en versión cómic.
Una viñeta de los inconfundibles Freak Brothers, una de las biblias del underground en versión cómic.
Gilbert Shelton se asoma a su estudio de París.
Gilbert Shelton se asoma a su estudio de París.DANIEL MORDZINSKI

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