La orfandad del fracaso
Los favoritos, fuera por la exigencia de resultados inmediatos y sus proyectos a corto plazo
Argentina tiene 14 títulos de la Copa América, tantos como Brasil, mientras que Colombia cuenta con uno y Chile ha sido dos veces subcampeón. Las cuatro selecciones llegaron como favoritas a Argentina y los cuatro han regresado ya a sus respectivas casas. Ninguna figura en el cuadro de semifinalistas. Argentina lleva ya 19 años sin festejar un campeoanto. A Brasil le cuesta armar un equipo, más allá de sus individualidades, desde que Ronaldo lideró el pentacampeonato en Corea-Japon 2002: aunque ganó la Copa América en Venezuela 2007, se arrastró por Alemania-2006. Emergen a cambio nuevas selecciones que ganan sus partidos a balón parado, normalmente con algo de suerte, jugando bien casi todas, unas con un estilo, otras con otro, pero siempre dando la sensación de tener una base sólida de trabajo, chispas de talento y jugadores cada vez más competitivos.
Martino: "Se respetan poco los procesos de formación de los equipos"
Los argentinos se preguntan si sus jugadores no están sobrevalorados
En la rueda de prensa que ayer concedió el Tata Martino en el microcentro de Buenos Aires, salieron a relucir el rosario de argumentos que justificarían la eliminación de los favoritos: suerte, trabajo, inspiración individual, estudio del rival y exigencia de resultados inmediatos que impiden organizar equipos estables en las grandes selecciones. Hay otros motivos que se refieren al mal estado del césped y a las infraestructuras y también se cuestiona si no se sobrevalora a los jugadores en combinados como el argentino.
Lo cierto es que los cuatro semifinalistas cuentan con entrenadores expertos -el mismo Martino, Markarián en Perú y Tabárez en Uruguay- que llevan más de tres años al frente de sus equipos, como sucede también con Farías en Venezuela. Borghi, Menezes, Batista y Bolillo Gómez, por contra, apenas si acumulan meses de trabajo con sus jugadores. Y se saben, además, detalles de profesionalización interesantes, como que Tabárez tiene un equipo de analistas que le pasan estadísticas del partido cada 15 minutos.
"No me puedo atribuir ningún merito en la victoria contra Brasil. ¿Creen que planteé la idea de defendernos 120 minutos? ¿Cree que planteé el partido para que mi portero sacara ocho pelotas de gol? No, sencillamente no pudimos hacer más. Brasil fue muy superior", admitió Martino. "Merecieron ganar ellos, hacía tiempo que no les veía jugar tan bien", insiste el técnico argentino al respecto.
Martino coincide con varios analistas en que "se respetan poco los procesos de formación de los equipos. Si no hay resultados a corto plazo, no llegas a tenerlos a medio y largo. "Un entrenador no puede asumir ninguna responsabilidad en el acierto de un arquero, en el rendimiento de Villar ante Brasil, por ejemplo", insiste el seleccionador de Paraguay. "Trabajo", añade César Farías. Ya dijo Luis Aragonés que la suerte se trabaja. "El trabajo nos iguala", dice. "No trabajó los penaltis", le echaron en cara a Menezes. "Nosotros tiramos tres, por hacer trabajar a los porteros", relativizó Tabárez. "Ni uno ensayamos. ¿Cómo reproduces las circunstancias del partido en un entrenamiento?", se preguntó Martino.
Entonces, ¿en qué medida influye el entrenador?. Ricardo La Volpe, seleccionador de Costa Rica, cree que mucho, Martino cree que poco, Farías piensa que depende de lo que le dejen trabajar y a Batista le gustaría, precisamente, que le dejaran más tiempo. Hay quien insinúa, al mirar a Argentina, que es difícil trabajar con jugadores dispersos por Europa, que sería conveniente mirar más al campeonato nacional porque, a fin de cuentas, podría ser que algunos argentinos están sobrevalorados solo por jugar en Europa, en equipos menores. Por el contrario, una de las razones que apunta Farías para explicar el resurgimiento de su equipo es precisamente que muchos futbolistas jueguen en la Bundesliga alemana, en Argentina, en España.
Puestos a buscar razones, o excusas, se mira también al terreno de juego. Cuentan que los cancheros -los responsables de la cancha- se han esforzado mucho y que el campo del estadio de La Plata estaba siendo analizado a diario desde Holanda con información recogida por sensores. A la hora de la verdad, el resultado es tan lamentable como el del estadio Único de La Plata, un desastre de dimensiones tremendas.
"Algo había en el punto de penalti porque los jugadores se resbalaban al patear", confesó Menezes. La verdad es que históricamente, el futbol argentino no ha atendido para nada el cuidado de los terrenos de juego, normalmente blandos o muy duros, pelados o con la hierba muy alta.
Europa, por su parte, y particularmente el fútbol español, ha tenido una mirada muy interesada y particupar hacia la Copa América. La hinchada azulgrana ha estado pendiente sobre todo de Alexis Sánchez y la madridista de Neymar, como si el torneo se explicara a partir de las figuras que interesaban y no del juego de las distintas selecciones, razón de más para aumentar el debate sobre el fracaso de las favoritos.
"Trabajamos con humildad", terció Renny Vega, portero de Venezuela, "el mayor cambio fue en la cabeza. En la vinotinto nos hemos acostumbrado al sacrificio".
Al fin, alguien, en la barra del bar de un boliche, sentado ante una de las miles de tertulias televisivas, atiende a dar una razón transversal. "No le den más vueltas; esto es fútbol". El fracaso siempre fue huérfano.
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