_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Chapuceros

La irrupción de las goteras en el Ágora de la Ciudad de las Ciencias y las Artes, en medio de ese magno acontecimiento de la tecnología punta que es el Campus Party, acabará siendo una de las metáforas más acertadas de la reciente historia de esta Comunidad.

Era digno de ver el miércoles de la semana pasada a miles de jóvenes manejando con destreza sin igual Internet, escuchando a los líderes mundiales de la innovación y la creatividad, reflexionando sobre las bondades de los distintos sistemas operativos, o practicando la fertilización cruzada hi-tec, mientras corrían despavoridos por el recinto, empapados hasta las cejas y protegiendo los equipos con bolsas de plástico de supermercado, por culpa de unas grietas mal selladas de uno de los edificios emblema (todavía sin acabar) de nuestro arquitecto de cabecera.

Y para acabar de arreglarlo, tan solo dos días después del chaparrón una puerta de cristal estalló súbitamente (al más puro estilo poltergeist) para perplejidad de los asistentes, sin que nadie haya podido explicar aún el por qué. Es la marca de la casa. Un país lleno de talento y poblado de espíritus emprendedores, sometido permanentemente al estrés provocado por la incompetencia y la chapuza de unos gestores incapaces de prever las consecuencias de una sencilla tormenta de verano o los efectos de un choque térmico sobre los materiales comunes.

Pero no deberíamos ser demasiado críticos. Hemos hecho tanto esfuerzo en atraer grandes eventos, instalar enormes parques temáticos, erigir ciudades de cualquier cosa (de la luz, de las lenguas, de la ilusión...), levantar imponentes edificios, o desplegar apabullantes infraestructuras sobre el terreno, que resultaría muy injusto pedir que, además, nos preocupáramos de garantizar su rentabilidad o de asegurar su correcto funcionamiento.

No se puede tener todo al mismo tiempo. El hecho de que la gente prefiera que los aeropuertos tengan aviones, que los edificios se acaben, o que las inversiones públicas se realicen observando unos mínimos criterios de prudencia, competencia técnica y rentabilidad social, puede tener cierta lógica, pero infravalora las indiscutibles ventajas que supone estar en el mapa en un mundo tan globalizado y competitivo como éste. Un mérito que muy pocos pueden exhibir.

Imagínense, por poner un ejemplo, que los directivos de Ferrocarrils de la Generalitat hubieran de preocuparse, no solo de adquirir nuevas unidades de transporte con la tecnología incorporada más avanzada del mercado, sino también de que los trenes llegaran a la hora marcada en los paneles informativos, de que el sistema de megafonía funcionara o de que hubiera más bancos disponibles en la estación de Colón. Sería deseable, sí, pero también injusto a todas luces. El día tiene las horas que tiene y los directivos también son seres humanos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

O sea, que aunque pueda ser verdad que en ocasiones somos un poco chapuceros, no deberíamos ir pregonándolo por ahí de manera irresponsable, no vaya a ser que los millones de turistas que nos visitan, ilusionados y contentos como vienen, acaben por darse cuenta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_