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Contenidor Valencià de Cultura

Antes de haber superado la sorpresa de los nuevos nombramientos en el Consell Valencià de Cultura (CVC) y de ver cómo se admite sin rubor la politización de una institución que todos creíamos con unas funciones y atribuciones bien lejos de lo que leemos estos días en la prensa, hemos sabido que precisamente el candidato que no nos sorprendió por sus reconocidos méritos y proyección cultural indiscutible ha sido descartado. La perversión de las instituciones y de sus disposiciones en múltiples casos y ejemplos, que parecen solo asomar tímidamente a las páginas de los periódicos, no es ya denunciada por la oposición porque ha encontrado en la práctica perversa de la Generalitat un modelo a seguir. No se trata solamente de la anulación de una institución, creada para velar por la concordia y ofrecer sensatez en los pasados años de incomprensible batalla cultural y lingüística, sino de preservarla sin contenido, de vaciarla de sus atribuciones porque se ha convertido en un depósito de cargos políticos en retirada. Cuando más falta hace, ante la violencia institucionalizada contra la lengua y los derechos conseguidos, ante la desaparición de los espacios de la música y del teatro no oficiales, es decir, que no se han sometido al control estricto del poder, otra institución es transformada en puro asilo de políticos en paro sin la más mínima consideración a su cometido fundacional. Como si esto no fuera una contradictio in terminis, como si la naturaleza de la misma cultura no consistiera en negarse a ser guiada y sometida, y buscara la expresión libre, la reivindicación y la exploración de nuevas formas, de nuevos lenguajes, nuevas lecturas, propuestas o direcciones, análisis inclementes sobre nuestro conformismo, sobre lo que queremos esconder. No se trata solo del CVC ni del fusionado Vicerrectorado de la Universidad de Valencia, después de la dimisión de Josep Lluís Sirera, sino también de la fusión que esconde la nueva conselleria, en la que la cultura se diluye en el turismo y la formación. Es intolerable que esté pasando esto y que no se pueda confiar en que la oposición levante la voz porque ha asumido la misma vergonzosa conducta de utilizar los ámbitos que debieran estar reservados a la cultura como cajón de sastre para repartir prebendas. En los ochenta nos sorprendió que algunas personas empezaran a utilizar la extravagante expresión de "contenedor cultural" para referirse a determinadas instituciones, ya que lo de "contenedor" tiene aquí unas bien conocidas connotaciones. El PP, el PSOE y EU parecen haberse dejado llevar por ellas al convertir en contenedor de políticos rechazados el CVC. Dicho sea todo ello con enorme respeto por las personas y sus respectivas trayectorias políticas que tan inadecuadamente han sido arrojadas a un lugar destinado a diferente cometido.

Júlia Benavent es profesora de la Universitat de València

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