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Acuerdos, consensos e Inquisición

Dice el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) que "acuerdo" significa un convenio entre dos o más partes. "Consenso", lo define como acuerdo entre todos los miembros de un grupo o entre varios grupos.

Para la elección de los órganos consultivos por las Cortes Valencianas no hubo ni acuerdo, ni consenso. El portavoz del PP, Rafael Blasco, quizá todavía escocido por su defenestración del Gobierno y conversión posterior a modo de muerto político viviente en invitado permanente del gobierno, eso sí, no sin antes violentar las normas necesarias, reunió a los portavoces de la oposición. En dicha reunión explicó que las propuestas para los órganos consultivos debían ser conjuntas. Ante las reservas de Compromís reaccionó como es propio de él y de su partido, amenazando con dejar fuera de los órganos a aquellos que no firmaran por imperativo blasquiano su propuesta; es decir, una especie de plato político de lentejas, o las tomas o las dejas, intolerable desde el punto de vista democrático. Todo ello ante la callada cómplice de los otros grupos de la oposición, que podrían haber evitado la extorsión, dada la mayoría cualificada de tres quintos o dos tercios que se necesita para casi todas las votaciones.

"La izquierda viene confundiendo consensos con rendiciones, política con partidismo"

Llamar acuerdo, como han hecho Alarte o Sanz, o consenso, como ha hecho Blasco, a esta felonía democrática, es como llamar confesión a las declaraciones conseguidas por la Inquisición. Firmamos la presentación de las candidaturas, pero no renunciamos en ningún momento a hacer uso de nuestro derecho a no votar imputados por corrupción, a no votar personas incompatibles, a no votar personas cuyos perfiles incumplen los requisitos exigidos por las leyes. En otras palabras, nos negamos a avalar con nuestro voto decisiones manifiestamente contrarias al ordenamiento jurídico. Fíjense, qué exquisitos son estos de Compromís que no quieren incumplir la ley o que, incluso, quieren cumplir con la ética en la vida pública. No aceptan pulpo como animal de compañía y eso que el señor que se cree dueño de este juego dice que o aceptan o se lleva su juguete. El pequeño detalle que se les ha escapado es que con lo que juega ese señor es con la democracia y ésta no es un juguete y además es de todos.

Aun a riesgo de ser tachados de bichos raros por no querer formar parte de la perpetuación de los pasteleos partidarios infames; por no querer colocar a dirigentes del partido y así quitarnos una boca de las exiguas arcas del mismo en órganos que exigen perfiles técnicos o intelectuales; por no querer pervertir la norma por razones partidarias; por defender que todo no vale; por haber seguido el camino que consideramos correcto. El mismo camino que recorrimos cuando defendimos a capa y espada que la vacante producida en el Senado debía cubrirse inmediatamente y que era una traición democrática bloquear la elección como hacía el PP. Ningún beneficio partidario obteníamos en aquel momento, dado que la vacante era del PSOE y fue cubierta posteriormente por Leire Pajín, pero lo defendimos por dignidad democrática. Así hemos actuado siempre cuando hemos considerado que el PP imponía su criterio a sangre y fuego atropellando derechos democráticos, como ha hecho en este caso nuevamente.

En las entrevistas me preguntan continuamente cuál creo que es la razón por la que el PP sigue ganando las elecciones. Puede que una de las razones es que la izquierda viene confundiendo demasiado tiempo consensos con rendiciones, política con partidismo. Por eso también rugen las plazas. De todas las maneras tanto IU como PSOE tienen una magnífica oportunidad. En el Consell Valencià de Cultura hay dos vacantes. Una corresponde al PSOE, la otra, a la propuesta de Compromís. Pueden bloquear cualquier otra opción que no sean éstas y de paso enmendar la injusticia histórica que el PP acaba de cometer con Joan Francesc Mira. Ellos eligen.

Mónica Oltra es portavoz adjunta del grupo parlamentario de la Coalició Compromís

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