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Crítica:GREC 2011 | Danza
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Rompiendo barreras

El flamenco salvaje, urbano, vanguardista y religioso de Israel Galván levantó de sus asientos al público que llenaba el Tetro Grec, tras finalizar el espectáculo La edad de oro. La ovación fue unánime. En este montaje Galván baila en solitario, acompañado del excelente cante de Arcángel y la fluida guitarra de Alfredo Lagos.

La edad de oro comienza en un escenario desnudo, carente de escenografía, con un excelente diseño de luces de Rubén Camacho que cerca el baile de Galván, quien empieza su interpretación en silencio. Estamos ante un bailaor diferente y complejo, que utiliza la danza clásica, la contemporánea, el butoh y el flamenco a su libre albedrío para crear un estilo propio, en el que se trenzan vanguardia y tradición.

LA EDAD DE ORO

Coreografía y baile: Israel Galván. Dirección artística: Pedro G. Romero. Cante: Arcángel. Guitarra: Alfredo Lagos. Iluminación: Rubén Camacho; Teatre Grec de Montjuïc.

Barcelona, 10 de julio

En todas sus coreografías crea un expresivo estilo que inserta en una estética surrealista. Su flamenco cubista y arrogante tiene su gran aliado en su pendenciero y rico zapateado. Cada palo que baila es una embestida torera, que subraya su arrogante perfil. Su braceo altivo en constante desafío es como las astas de un toro bravo.

Arropado en la dirección artística por Pedro G. Romero, al igual que en Arena y El final de este estado de las cosas, Redux, bajo La edad de oro late un mosaico de referencias y metáforas intelectuales, aquí referidas a la edad de oro del flamenco, que están representadas por el cante de Arcángel y la guitarra de Alfredo Lago dentro de la más pura tradición flamenca. En cuanto al baile de Galván, se inspira en la película homónima de Luis Buñuel para crear un baile revolucionario y rebelde. Le fascina el espíritu rompedor, ante las barreras que imponen los límites, que inspira la película de Buñuel; de ahí el gran salto alado del bailaor.

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