El puente y la cota
En el noroeste de Francia, en esta región de Loire-Atlantique por la que ayer transitó la etapa, hay un puente que se transforma cada vez que por él pasa el Tour: es un puente que se convierte en una montaña. Y no es levadizo, no, aunque sí que se mueve.
Lo de moverse lo hace todos lo días, pero en mayor medida en los días soleados y calurosos de esta época del año. Ayer mismo, desde el mediodía hasta la hora en la que pasó por allí la carrera, el puente se había alargado 15 centímetros. Sus juntas de dilatación -bandas metálicas de 70 centímetros de longitud por 5 de anchura-, que constituían un riesgo para la integridad de los ciclistas, habían sido rellenadas por bandas de caucho para minimizar este riesgo. Pero con caucho o sin él, el puente de Saint-Nazaire [San Nazario] cumplió con su rutina.
Saint-Nazaire se convierte en una montaña: tiene la entidad para ser puntuable de cuarta categoría
No obstante, la transformación de ayer fue más surrealista, el puente se convirtió en una montaña. Modesta, eso sí, pero con la suficiente entidad como para ser puntuable para la clasificación del mejor escalador como cota de cuarta categoría. Sus datos oficiales son: 66 metros de altura, 1,1 kilómetros al 4,9% de inclinación media; poca cosa, sí, pero suficiente para que los corredores se hayan pegado un buen calentón en él.
Como era previsible por su situación geográfica -en la desembocadura y estuario del Loira-, el viento soplaba con fuerza, así que la carrera se lanzó gracias a la tensión y a la velocidad y se produjeron los primeros cortes en el pelotón. No pasó de ahí, un mero susto, pero estos esfuerzos poco a poco van sumando. Y esto acaba de empezar. No en vano, psicológicamente esto empezó ayer -son tres semanas de carrera y ayer era lunes-, aunque en el aperitivo del fin de semana ya han pasado bastantes cosas.
Y en la resolución de la etapa, también hubo un puente y una cota -más bien un repecho, una pequeña colina- que tuvieron su importancia. El puente estaba un poco antes de la pancarta de los últimos 3.000 metros. El repecho terminaba cuando se cruzaba la de los últimos dos kilómetros. Hasta allí el HTC-Highroad imponía su ley en el pelotón trabajando para Cavendish, a partir de allí desaparecieron. ¿Qué pasó?
Yo interpreto que Tony Martin se quedó al frente demasiado pronto cuando cogió la cabeza a unos cuatro kilómetros de meta. Tras él estaban Goss, Renshaw y Cavendish, pocas fases del cohete para tan larga distancia. Su anterior compañero, Eisel, debía haber tirado hasta la cerrada curva del puente. Ahí le tocaba a Martin acelerar -el látigo después de la frenada- y mantener al pelotón alineado hasta lo alto del repecho. A partir de ahí, ya se arreglarían sus compañeros sin él.
Pero el alemán llegó sin fuelle a la subida, y ahí se le abalanzaron los lobos por detrás cada uno con su cuchillo afilado. Atacó Hondo, luego Marcato y los HTC se disolvieron en la confusión del grupo.
Y de allí salió el Garmin-Cervelo -los triunfadores del día anterior- con su artillería pesada con el mismísimo maillot amarillo al comando. Tras él, Julian Dean, que hizo un lanzamiento de libro, y Farrar, el hombre designado para ganar. Segundo Feillu, tercero Rojas. Bonito sprint y bonita sorpresa, que no haya ganado Cavendish. Veremos hoy si no vuelve a ganar Gilbert.
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