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Crítica:POP | RON SEXSMITH
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ternura junto al mar

En los festivales no es fácil la conjunción del concierto adecuado en el espacio idóneo. No debe generalizarse, pero llegado el momento o hay mucha gente, o es de día o demasiado de noche, o la sensibilidad ya está tan embotada que nada la despierta. Sin embargo, en el Faraday, un festival de proporciones humanas que da esquinazo a las pretensiones, se facilita que la conjunción entre tiempo, lugar y música se verifique. Sin buscar más allá de la esquina, eso ocurrió el sábado por la noche.

Píntese la escena: la playa del Far de Vilanova, una familia prepara la cena trasteando fiambreras mientras ellos atienden las cañas que asaetean el mar. Juegan los niños, la oscuridad ya ha borrado la frontera entre mar y cielo, y la brisa marina acerca la música de Ron Sexsmith cantando canciones románticas cosidas al clasicismo pop. Si se prefiere, el jardín de la finca donde se celebra el festival, el Molí del Mar, situado entre una fila de villas con la mirada puesta en el agua, es el lugar donde sin agobios, con el suave calor nocturno como sábana, era posible, inevitable habría que decir, quedarse embobado con este canadiense de cara eternamente aniñada que los kilos redondean, dueño de una voz que arropa como el calor de un brasero y hacedor de unas canciones melódicamente impecables, redondas, suaves y románticas, propias de alguien nacido para ser toda su vida un osito de peluche. Él, el canadiense Ron Sexsmith, un artista recomendable para todos los que tienen a los Beatles como grupo de cabecera.

RON SEXSMITH

Festival Faraday

Playa del Far

Vilanova i la Geltrú. 2 de julio de 2011

Su concierto era el único en Cataluña y resultó precioso. Tanto que la ausencia de su guitarra solista apenas se notó, tal es el calibre y la calidez de las canciones de Ron, defendidas en el Faraday con teclado, bajo, batería y su propia acústica. Su imagen de inadaptado emocional, de eterno segundón, de artista no siempre capaz de hacer lo que debe para triunfar, se tradujo en canciones de pop, de folk, de country y de soul cinceladas con candor en el aire de la noche. Y resultó de tal magnitud la articulación de música y espacio, que solo empañó la noche pensar que algún día el Faraday cambie de emplazamiento y pierda ese entorno capaz de magnificar un buen concierto hasta convertirlo en inolvidable. Pocos festivales pueden presumir de tal capacidad.

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