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Reportaje:CRIMEN ENIGMÁTICO

Un asesinato en familia

Un empresario murió de un balazo cuando dormía en su casa cacereña. La juez cree "coautores" del homicidio a la esposa y a un hijo de la víctima. El móvil del crimen sigue en la sombra

Si Rosa mató a su marido Alfonso, nadie notó ningún cambio en su conducta en los cuatro meses transcurridos entre el día del crimen y su detención. Durante este tiempo, Rosa se comportó como viuda doliente, aunque decidida a llevar adelante sus negocios familiares. Si su hijo José Carlos fue quien le mató, tampoco ningún vecino de Logrosán (Cáceres) apreció nada que indicara su participación en el delito. Y, sin embargo, la juez Raquel Vicente de Andrés está convencida de que Rosa y José Carlos están implicados. Hasta el punto de que el pasado martes ordenó el encarcelamiento de ambos como presuntos coautores del asesinato. Uno de los dos -el joven o su madre- fue quien apretó el gatillo de la escopeta, según sostiene la magistrada. Pero no puede precisar quién fue el autor del homicidio. Ni el móvil del mismo. ¿Por qué querría Rosa dar muerte a su esposo? ¿Por qué desearía hacerlo el hijo de ambos? Es un misterio aún no aclarado.

El fallecido, premiado por la Junta extremeña, tenía un supermercado, un ostentoso restaurante y otros negocios
La Guardia Civil halló restos de pólvora en las manos y en la ropa de los sospechosos, además de ADN en otros objetos

Alfonso Triguero Pedrero, de 51 años, murió de un balazo en el costado derecho que le reventó los pulmones cuando estaba en la cama de su casa de Logrosán, a cinco leguas del histórico monasterio de Guadalupe. Ocurrió poco después de las tres de la madrugada del pasado 14 de febrero. No falleció en el acto, sino cuando era llevado a un hospital de Cáceres.

Dentro de la vivienda de tres plantas, moderna y pintada de blanco, solamente estaban el empresario, su esposa y su hijo José Carlos, de 28 años. El matrimonio se hallaba descansando en un dormitorio de la planta superior cuando supuestamente irrumpió un desconocido que entró en la vivienda sin forzar las cerraduras y asesinó a Alfonso con una escopeta repetidora propiedad del novio de su hija Ana. Eso declaró entonces Rosa Durán Rubio, quien aseguró: "Yo me desperté cuando vi un fogonazo".

El hijo del matrimonio sostuvo desde el primer momento que él se sobresaltó al escuchar los gritos desaforados de su madre -"¡Hay alguien en casa! ¡Hay alguien en casa!"- ante lo que él salió de su habitación con su escopeta en busca del intruso. Solo acertó a ver a un hombre y a una joven rubia en un coche rojo que "merodeaba" por la zona y del que llegó a memorizar la matrícula, pese al nerviosismo y la oscuridad de la noche.

Madre e hijo, según su versión, se afanaron en ayudar al cabeza de familia. Ella dijo una y otra vez zarandeándole: "¡Alfonso, levántate!". Presuntamente taponaron su herida, intentando contener la hemorragia. Ella llamó al servicio de emergencias 112, aunque era difícil entenderla porque no hacía más que gritar fuera de sí "¡me lo han matado!, ¡me lo han matado!", mientras al fondo se escuchaba el furioso ladrido del perro que solía deambular por la casa.

Cuando llegaron la ambulancia y la Guardia Civil, Alfonso Triguero se debatía entre la vida y la muerte. El perro estaba encerrado en un cuarto. Los cajones de los muebles del salón aparecían abiertos, como si alguien hubiera estado buscando algo de forma nerviosa o compulsiva.

Los investigadores hallaron el arma que mató a Triguero: una escopeta repetidora, propiedad del novio de su hija Ana, quien el día anterior se la había prestado a José Carlos para que pudiera usarla en una montería en la que mató un jabalí. El hijo de la víctima declaró que la escopeta estaba depositada en la entrada de la casa, cargada con varios cartuchos, y que en esa misma fecha iba a devolvérsela a su dueño.

Rosa y el joven José Carlos contaron a la Guardia Civil que tal vez no se dieron cuenta de la irrupción del asesino por haber sido narcotizados. Y recordaron que la leche que habían bebido antes de acostarse tenía mal sabor, hasta el extremo de sentir tal repugnancia que la habían escupido.

Otro detalle que aportaron la mujer y su hijo fue la posibilidad de que el móvil del asesinato fuera el robo. Dijeron que echaban en falta un sobre con 4.000 euros, producto de la recaudación del restaurante-asador y del supermercado que regenta la familia en el pueblo.

Durante la inspección ocular, la Guardia Civil encontró dos cartuchos: uno en el dormitorio del empresario y otro en un tejadillo de un patio interior.

El mismo día del entierro del empresario, la delegada del Gobierno en Extremadura, Carmen Pereira, comentó a los periodistas que pensaba que en unos días se sabría el nombre de la persona que había apretado el gatillo, descartando que el móvil del homicidio fuera el robo o un ajuste de cuentas.

La Guardia Civil sospechó desde el primer momento de la esposa y el hijo de Alfonso Triguero. Su versión de los hechos hacía agua por todas partes. Resultaba inverosímil que un ladrón hubiera entrado en la casa sin forzar las cerraduras. Igualmente parecía increíble que, como apuntaban Rosa y José Carlos, hubiera sido un sicario el autor del crimen. ¿Un pistolero a sueldo desarmado y teniendo que utilizar para su trabajo una escopeta que estaba en la vivienda por casualidad?

Ante las incoherencias del joven y su madre, los agentes les realizaron la prueba de la parafina (recogida de muestras en busca de restos de pólvora en sus manos), además de hacer una meticulosa inspección ocular en la vivienda en busca de huellas dactilares y muestras de ADN.

Ningún vecino de Logrosán, en la comarca de Las Villuercas, se explicaba el asesinato del dueño del restaurante-asador El Cortijo del Jamón, que había sido galardonado en 2010 con el primer premio en la categoría de mejor empresa de ámbito rural por la Junta de Extremadura. Alfonso, sin estudios universitarios, era un empresario ambicioso y emprendedor. Hijo de un vendedor de trigo y cereales, comenzó su carrera empresarial tras casarse con Rosa, una chica del vecino pueblo de Zorita, hija de un tendero. "Mi hija lleva el comercio en la sangre. Ella le enseñó a Alfonso a hacer negocios", dice Martín Durán, el padre de Rosa.

El joven matrimonio montó primero un supermercado, después una tienda de jamones y embutidos, un criadero de cerdos, una discoteca y finalmente El Cortijo del Jamón, un restaurante con pretensiones colindante con el cuartel de la Guardia Civil de Logrosán. Este establecimiento, en el que invirtieron mucho dinero, era la joya de la corona del fallecido. Antes de que le mataran, planeaba construir al lado un complejo de alojamientos rurales.

Durante más de cuatro meses, nada trascendió de las investigaciones. No obstante, las pruebas científicas fueron arrojando resultados a lo largo de ese tiempo: determinaron que había rastros de pólvora en las manos de José Carlos Triguero, así como en el pijama que llevaba puesto la noche del asesinato; además de restos de su ADN en el gatillo del arma homicida; también se halló pólvora en las zapatillas de Rosa, junto a su ADN en uno de los dos cartuchos localizados en la vivienda. Pero eso no era todo: en los cajones supuestamente abiertos por el ladrón que aparentemente había matado al empresario no había ni una huella de ese misterioso asesino y, por contra, estaban plagados de marcas dactilares de Rosa y su hijo.

La juez ordenó el pasado martes detener a los sospechosos. Su declaración estuvo cuajada de contradicciones y acusaciones mutuas. Según José Carlos, las discusiones entre su madre y su padre eran frecuentes por las presuntas infidelidades conyugales de este; pero Rosa lo negó de plano y sostuvo que el matrimonio se llevaba bien. También salió a relucir la existencia de un seguro de vida de 30.000 euros, suscrito por el empresario en favor de su mujer e hijos. Esta póliza aún no ha sido cobrada.

La juez considera que hay "multitud de indicios" para suponer que los detenidos -ya encarcelados en Cáceres- están implicados en el asesinato. Lo que falta por aclarar es por qué. Aparentemente, Rosa y Alfonso se amaban. Aparentemente, José Carlos debía sentir agradecimiento hacia su padre, que había montado para él una empresa de maquinaria con la que trabajaba en las obras del AVE. Sin embargo, las pruebas practicadas "han corroborado" que alguien abrió los cajones del salón "para simular un robo", según la juez. El abogado del joven, Marcelino Rodríguez Serrano, opina que contra su cliente solo hay "meros indicios".

Tanto la mujer como su vástago repiten que son inocentes. Sus familias tampoco admiten que hicieran esta barbaridad. "Tras la muerte de Alfonso, mi hija y mi nieto estaban destrozados. Si hicieron teatro, hicieron muy buen teatro. No entiendo nada; todo me resulta increíble", confiesa Martín Durán con desolación. -

José Carlos Triguero, hijo del empresario asesinado Alfonso Triguero, sale del juzgado de Logrosán el día en que declaró ante la magistrada que lleva el caso.
José Carlos Triguero, hijo del empresario asesinado Alfonso Triguero, sale del juzgado de Logrosán el día en que declaró ante la magistrada que lleva el caso.LORENZO CORDERO / DIARIO HOY DE BADAJOZ

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