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Último debate sobre el estado de la comunidad de la legislatura
Columna
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Elogio de la política

Que las cosas no van a ser como antes de que estallara la crisis, es algo que empieza a ser aceptado de manera generalizada. De la misma manera que de la crisis del 29 salió un mundo distinto, con esta va a ocurrir lo mismo. Nos está costando interiorizarlo, pero a trancas y barrancas lo vamos haciendo. Después de tres años durísimos de ajustes y con consciencia cada día mayor de que todavía nos queda camino por recorrer en esta dirección, todos, países y ciudadanos, hemos tenido que empezar a mirarnos a nosotros mismo y los unos a los otros e interrogarnos sobre qué responsabilidad tenemos cada uno de nosotros en lo que se nos ha venido encima y en cómo podemos salir de aquí. Como la información se transmite en tiempo real y de manera universal, resulta cada día más difícil llamarse a engaño. La lección de Grecia habla por sí misma.

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El doble debate de política general celebrado esta semana, el debate sobre el estado de la nación y sobre el estado de la comunidad, ha sido un paso importante en este proceso de interiorización del cambio histórico del que estamos siendo protagonistas y testigos simultáneamente. Ha sido un debate de naturaleza pedagógica, que ha sido muy distinto, al menos en la percepción que he tenido, de los debates de los años anteriores y del que creía que se iba a producir.

Los problemas que se han abordado son los problemas con los que tiene que enfrentarse la sociedad española en general y la andaluza en particular. No se ha escamoteado ninguno. Incluso en la intervención de los líderes de la oposición, en la que dichos problemas han brillado por su ausencia, que es una manera de reconocer que dichos problemas son los que son. No estoy de acuerdo con la denuncia de "la brecha que separa a los ciudadanos de los políticos" que se ha hecho en la asamblea de la Puerta del Sol.

La reflexión que se ha hecho sobre lo que ha ocurrido en España, en el marco de la Unión Europea y en un mundo globalizado, desde 1996 hasta hoy, no ha sido ni maniquea ni complaciente. Todo lo contrario. Tras la celebración del debate, los ciudadanos estamos mejor informados sobre los problemas a los que nos hemos enfrentado y la forma en que lo hemos hecho y sobre los problemas con los que ahora tenemos que enfrentarnos, entre cuyas formas de hacerles frente vamos a tener que optar o a finales de este año o a principios del que viene.

Desafortunadamente, el doble debate se ha producido en un momento de mucho cansancio de la ciudadanía y de una enorme desconfianza en la política y es posible, en consecuencia, que un número muy elevado de ciudadanos o no lo hayan seguido o no le hayan prestado la atención que se merece. Pero el debate se ha producido en los términos en que se ha producido. Y eso se va a notar en los próximos meses, en la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera del mes de julio, que va a ser un momento decisivo para comprobar si la estructura del Estado es capaz de resistir o no los efectos de la crisis, en la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado y en la posición en que cada partido se sitúa frente a ellos y en la futura campaña electoral.

La impresión que he tenido es que nadie salió del debate igual que había entrado en el mismo. Y este es el mayor elogio que puede hacerse de un debate político. Incluso el PP salió tocado, porque intuye que se le acaba el tiempo de escurrir el bulto. Los próximos meses van a seguir siendo angustiosos, pero, tras el doble debate, creo que podemos tener algo más de confianza en que nuestro sistema político va a acabar estando a la altura de las circunstancias.

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