_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La cosa, deseos y temores

Escribir una y otra vez sobre la Cosa vasca agota, aburre, frustra. Sobre todo si, como me decía un amigo, Tu as d'autres chats à fouetter, es decir, si "tienes otros gatos que azotar" según la curiosa expresión francesa, si tienes otras preocupaciones que atender, otras inquietudes que explorar más allá de las procelosas aguas de la política vasca. Y, sin embargo, ¿cómo callarse ante todo lo que está pasando?

Imagino en seguida la objeción de algunos lectores: ¿qué está pasando, pues? ¿Que por fin hay una oportunidad de paz para este pueblo? Todos conocemos a muchas personas de buena fe que piensan así. Los deseos son unos potentes anteojos: ¿cómo percibir la realidad sin ellos, cómo distinguir la realidad de los deseos? Ante esa gente, a algunos nos toca hacer a ratos de agoreros, de pelmas y aguafiestas. Ahora bien, también los temores son unos potentes anteojos: ¿cómo percibir la realidad sin ellos, cómo distinguir la realidad de los temores?

Muy bien, aceptemos que toda interpretación de la realidad (política o general) está mediada por las proyecciones de nuestras experiencias, de nuestras ideas, emociones e ilusiones. Eso no querría decir, sin embargo, que no existan unas interpretaciones más adecuadas y justas que otras, más fundadas y razonables.

Oigo a Arnaldo Otegi en el juicio por el caso Bateragune ufanándose de tener "una virtud: la honestidad revolucionaria" y de impulsar el alejamiento de la izquierda abertzale de la lucha armada: "ETA piensa que es posible la concentración de fuerzas soberanistas manteniendo la lucha armada, y nosotros, no". Se olvida, claro, del pequeño detalle de que ha sido la Ley de Partidos la que les ha obligado a elegir entre una opción u otra. Ningún reparo moral a la lucha armada, por supuesto, sólo un distanciamiento estratégico condicionado por las circunstancias. Y, sin embargo, en los próximos meses y tras su probable liberación, asistiremos a la nelsonmandelización propagandística de Otegi, de la misma manera que los que anteayer legitimaban la violencia ahora aparecerán como los garantes de la paz. Que una amplia ciudadanía -por agrio hastío o por dulce esperanza- compre esta mercancía, ¿no es de preocupar?

Creo que no son sólo mis anteojos los que me dictan este párrafo, sino que lo escribo a pesar de la conciencia de mis anteojos. Si abogamos por el ideal de la convivencia democrática y pacífica entre ciudadanos libres e iguales en derechos, no podemos permitirnos callar por agotamiento ni consentir por amor a la paz. Cimientos tan podridos nunca podrán ser una buena base para la convivencia, ni una buena base para la creación de ciudadanos conscientes y responsables. Las florituras tácticas o estratégicas son insuficientes, rastreras, sin alma: el ideal democrático es ético, o no es. ¿Por qué habríamos de exigir (de exigirnos) menos?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_