El Nadal casero
El español, que hoy juega con Del Potro, disfruta de su apartamento, cocina y ve series y deporte
"¡Las reglas están para romperlas!". Rafael Nadal pasa un brazo por encima del hombro a un guardia de seguridad imberbe que se derrite ante la presencia franca y la sonrisa abierta del número uno del tenis mundial. El español intenta ayudar a un reportero al que no dejan circular con libertad por Wimbledon porque la organización ha subrayado la jornada en rojo: una quincena de miembros del movimiento ciudadano 15-M intentó entrar el sábado pasado al club, estricto contra las proclamas políticas. En consecuencia, la policía retrasó 45 minutos la apertura de las puertas mientras Nadal se citaba para hoy, en los octavos de final, con el argentino Juan Martín del Potro y se marchaba luego a ver a España ganar la Eurocopa sub 21. Así es su vida en Londres. Así se maneja el campeón diariamente mientras busca su tercer título de Wimbledon.
"Si tienes una casa [alquilada], puedes hacer vida normal y eso ayuda mucho
"La última vez que no alquilé una casa cerca del club y que me quedé en un hotel fue en 2005", recuerda el mallorquín en conversación con cuatro periodistas españoles. "Desde entonces, me quedo cerca. Es un avance muy grande para huir de la rutina de todos los torneos. Si tienes una casa, puedes hacer vida normal y hacer vida en común ayuda. Es una zona residencial muy cómoda", prosigue; "los días que termino pronto me voy a cenar al centro de Londres, a un restaurante, pero me quedo en la casa si juego. Intento estar entretenido. La primera semana siempre hay más gente, más jugadores, como Marc López. La segunda ya es solo el equipo. Hago vida normal. Veo alguna película. Ahora, una serie, La Unidad. Una cosa extraña, entretenida. Me la pongo cada noche al irme a dormir".
La vida de Nadal en Londres transcurre entre los forzudos marines de imposibles misiones de The Unit, una serie estadounidense de éxito; las compras de las provisiones en el supermercado, los platos de pasta o de atún con verduras que cocina para todos los miembros de su equipo ("menos Toni", matiza), algún vistazo a Internet y alguna cena en el céntrico Cambio de Tercio, la camilla roja tendida en un cuarto para los masajes y sus queridos deportes. Desde el ascenso a Segunda B del Manacor, el equipo de su ciudad, hasta los torneos de golf, Nadal lo sigue todo.
El apartamento de Wimbledon está rodeado de carreteras empinadas, paredes de ladrillo y bosques. Por allí ya no corretea el campeón como alguna vez en los viejos tiempos ("el que va es Rafael; a mí no me entusiasma", dice por Maymo, su fisioterapeuta). Son días de tenis, de entrenamiento en la pista y contacto con otros deportistas. El teléfono móvil le conectó esta semana con el cuerpo técnico de la selección sub 21, a la que animó desde la distancia. También, durante los días previos al torneo, con Rory McIlroy, ganador del Abierto de Estados Unidos de golf, de quien no se pierde un partido. Para Nadal, el norirlandés tiene el swing más dulce del circuito. Para él, Sergio García, enfrascado en el recorrido de Múnich, era ayer el plato fuerte del día. ¿Qué significa el golf para el mejor jugador de tenis?
"Cuando estoy en casa, lo primero que hago es poner la guía de la televisión y ver qué deportes dan", cuenta; el golf es diferente al tenis porque, al final, eres tú. En el tenis, tú pegas un buen golpe y el otro te lo puede pegar mejor. Es un enfrentamiento más cara a cara que el golf, un deporte mentalmente complicado. Los fallos te penalizan muchísimo. Para ganar tienes que estar todo el rato al ciento por ciento, sin cometer errores mentales. Me gusta practicarlo".
Así vive Nadal fuera del tenis. Antes de la conversación, entra en el vestuario para ver la carrera de la fórmula 1. Así vive Nadal dentro del tenis. Después de la charla se marcha a tratarse la pierna derecha, que le molesta, pese a que una ecografía no ha encontrado, en principio, nada preocupante. "La primera semana ha sido positiva", reflexiona, "pero aquí no es como en otras superficies, que controlas más todo. Juegas dos o tres puntos mal y puedes perder. Ahora viene lo más complicado. Ya desde Del Potro. Pero estoy contento. El año me da tranquilidad para jugar con un poquito más de alegría, con menos tensión, sabiendo que, si se pierde, ya hay mucho avanzado. Eso me da el plus de que en los momentos de presión pueda jugar de forma más valiente".
Es el Middle Sunday en Wimbledon, el domingo de en medio, y como manda la tradición, que en Londres es como los mandamientos esculpidos en piedra, no se juega. Lo que ocurre en ese día describe mucho del mundo de Nadal en el templo de la hierba. Hay un entrenamiento intenso con Feliciano López, que se enfrenta hoy al polaco Kubot. Hay después tiempo para ver jugar a dos niños del grupo que piden las raquetas prestadas al número uno. Hay también un breve paseo del campeón hacia el vestuario en compañía de su padre, del resto de su familia, de Maymo y de Carlos Costa, su agente. Y hay, en definitiva, un aire festivo en la mañana, de tranquilidad, antes de que comiencen Wimbledon y su terrible segunda semana.
Es un grupo unido. Unos se acercan a la charla para bromear y tomar fotos y vídeos del campeón con los periodistas que acaban colgados en su Facebook. Otros esperan para comer con la Play Station en mente. Y todos, incluidos los niños, se unen para cerrar la mañana jugando un inmenso rondo de fútbol sobre el exclusivo césped de la terraza de jugadores, vacío de visitantes. Pega el sol. Cuelgan hiedras de las verdes paredes de Wimbledon y relucen las moradas petunias. Es primavera en Londres. Corre el balón por la hierba y juega Rafael Nadal Parera, el número uno del tenis mundial.
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