_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Crisis, recuperación y aterrizaje

El sector turístico viene ganando protagonismo como atenuador de la crisis económica en España, profunda y ya muy larga. Tras dos años de declive, el turismo creció ya en 2010 por encima de la economía general y, sin ir más lejos, da señales para 2011 de una clara mejoría en la actividad, con crecimientos de los flujos (exteriores) que pueden situarse en torno al 4% (cifra más real que los aumentos de dos dígitos pregonados por algunos). Con una previsión de crecimiento económico exigua para nuestro país este año, los resultados turísticos adquieren, pues, tintes de esperanza y optimismo ante el pesimismo reinante.

El sector tiene su importancia en la economía española. Con un PIB generado que supone más del 10% del total, ayuda a compensar, en gran medida, nuestro significado desajuste comercial exterior y exhibe una indudable competencia internacional. De hecho, España es una potencia turística, y en pocas ocasiones tenemos la oportunidad de decir esto. Desgraciadamente, solo nos acordamos del sector cuando lo necesitamos, y olvidamos frecuentemente su tamaño, su capacidad y la posición española en el mercado mundial. La necesaria asunción de la realidad y las posibilidades que ofrece nuestro país debe obligar a la acción por parte de los agentes y a una acción alineada con la representatividad del sector. Esto es, la política de apoyo turístico en nuestro país debe tener una posición de privilegio en el listado de políticas económicas sectoriales del Gobierno, sea este el que sea. A menudo, los apoyos financieros se quedan cortos en su dimensión (por ejemplo, Plan Renove de Instalaciones Turísticas) y también se echa en falta en España el apoyo del sector privado, no solo en función de la formulación de propuestas de acción, sino también en clave presupuestaria. El ejemplo más claro de esta involucración está en la promoción turística.

O apostamos decidida y estructuralmente por la España turística o nos vamos al garete
Más información
¿Nos salvará el turismo?

Los diferentes planes estratégicos, globales o monográficos, ya han hecho el diagnóstico de la situación y marcado por dónde deben ir los tiros. No me repetiré en exceso. En todo caso, quisiera concretar algunas de las líneas de actuación que, en mi opinión, requieren prioridad en estos momentos: primero, necesitamos más dinero para promoción y comercialización, tanto tradicional como digital. Y esta promoción debe dirigirse, de una manera especial, pero no solo, a los mercados poco explotados (asiáticos, norteamericano). Segundo, no se trata únicamente de una cuestión del montante total de dinero para inversión, sino de su uso. Las inversiones turísticas deben contar con un análisis escrupuloso de su rentabilidad socioeconómica, y más en un momento como el actual, de escasez de recursos globales. Tercero, es clave la colaboración público-privada (de poca tradición en España) en todas sus modalidades. Los Gobiernos ni lo pueden hacer todo ni son los responsables de todo. Los empresarios deben arrimar el hombro y asumir también sus responsabilidades. Cuarto, no hay una España turística, sino muchas. Tenemos destinos. Entre otras cosas, esto quiere decir que las realidades y previsiones pueden ser distintas según el territorio del que hablemos, y por tanto, también las políticas. El turismo es un ejemplo claro, por naturaleza, de la necesidad de una política coordinada, pero también deber ser sensible a las heterogeneidades existentes. Quinto, el llamado modelo de sol y playa tiene todavía mucho recorrido y este será mayor, y mejor, si se aúna con las posibilidades que ofrece nuestro país en términos culturales, lo cual nos volvería a llevar a la promoción. Sexto, sobre las estrategias empresariales. La política de precios debe estar relacionada con la calidad de los servicios turísticos y los mercados target. En todo caso, y a nivel general, hemos de mantener precios razonables y ofrecer servicios complementarios de calidad, lo cual nos llevaría a las necesidades formativas e innovativas. Finalmente, y no menos importante, es paradójica la insuficiencia de datos, su accesibilidad, y de análisis rigurosos sobre el sector en nuestro país, lo cual lastra el diseño de las políticas. Sin información ni análisis veraces tomamos las decisiones de manera arbitraria e ineficiente.

A estas alturas no sé si hemos aprendido algo del pasado. Pero creo que el presente nos está enseñando que, o apostamos decidida y estructuralmente por la España turística, o nos vamos al garete.

Juan Antonio Duro Moreno es profesor Departamento de Economía Universitat Rovira i Virgili.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_