El aventurero y el rematador
Federer y Nadal, ya en octavos, atacan la red desde perspectivas opuestas
Es la lista de la angustia. Un entrenador toma notas mientras Rafael Nadal descuenta un juego tras otro sin conseguir devolver un solo servicio. Toni Nadal es ese hombre. El luxemburgués Muller, la personificación de sus desvelos. Son 17 aces, seis juegos en blanco y dos sets sin encarar una bola de break. Wimbledon, sin embargo, premia a los audaces. Así, compitiendo a cara de perro y con el plan B de ese listado de las direcciones del saque del rival, llega el español a octavos (7-6, 7-6, y 6-0), donde le espera el argentino Del Potro). El suizo Roger Federer se deshace, ligero y alegre, (6-4, 6-2 y 6-4), del argentino Nalbandian. Una cosa une a los dos campeones. La red es su meta, aunque al vértigo de la volea se acercan desde caminos opuestos.
El español gana más puntos en la red que nadie, pero sube menos que el suizo
"Estoy muy lejos de la volea de Federer", explica el número uno, que gana el 83% de los puntos que juega frente a la malla, más que nadie en el torneo, por el 70% del suizo, que ha subido más veces (77 por 52). "Roger sube muchas veces, o al menos puede hacerlo, a la aventura. Yo no puedo subir a la aventura. ¿Soy rápido en la red? Sí. ¿Puedo subir a la red? Sí. No tengo una mala volea. Subo, me tiran, y no estoy en una mala situación con respecto al punto. Pero tengo que subir con un buen golpe y definir en la red", prosigue. "Yo no puedo subir con media bola. No es un tema solo de volea. Es un tema de aprender cómo subir y volear. Federer lo ha hecho muchísimas más veces que yo en su carrera. La forma de cubrir y la intuición que tiene en la red yo no la tengo. Yo no he entrenado esto durante toda mi vida. Eso se coge cuando lo haces 1.000 veces jugando. Él lo ha hecho. Cubre mucho mejor la red que yo".
"Hay una cosa clara", coincide Toni Nadal, el puño cerrado cuando su sobrino hace suyo el segundo parcial ante Muller. "Rafael, aquí en Wimbledon, está bastante al tanto de rematar los puntos en la red, aunque no sea el típico jugador de esos que se van para arriba", prosigue el técnico, aliviado por superar ese saque resbaladizo, pegado al suelo, del número 92 del mundo. "Cuando ve que el contrario queda desplazado, sigue la jugada y remata el punto en la red. No sube a ver lo que pasa, sino que se acerca bien a la red tras trabajar el punto".
La diferencia entre el español y el suizo es técnica, pero también cultural. Nadal fue criado en el tenis del movimiento, que prima la estrategia, el comprender cómo se trabajan y ganan los peloteos, además de incitar a un baile diabólico para rodear la pelota y dejarla casi siempre a disposición del mejor tiro. Federer, sin embargo, se amamantó en un tenis intuitivo, caótico al principio, la rémora de tener demasiados recursos. Ninguno de los dos entró pronto en contacto con el sistema federativo. Lo que influyó en la formación de su personalidad tenística, lo que marcó, por ejemplo, su visión de la red y sus misterios, fueron las circunstancias de sus países y el gusto de sus mayores por un tipo opuesto de tenis.
"El clima es todo", explica David Ferrer, en octavos tras ganar al eslovaco Beck por 6-4, 6-3 y 6-3. "Los tenistas del norte se adaptan más al juego de saque y de volea porque crecen bajo techo, y ahí, sin puntos gratis, cuesta más, de fondo te fatigas", continúa. "Los españoles mamamos el sufrimiento desde pequeños. Jugamos en tierra y eso, el sufrimiento, es nuestra cultura. Toda la vida fue así. Sufrir. Federer sabe sufrir, pero claro, con su saque y su volea, se sufre menos".
"En este Wimbledon", explicó el suizo, que jugará con el ruso Youzhny; "no es que yo haya atacado mucho la red. Si golpeas la pelota plana y larga, limpia, es difícil subir: ya has neutralizado a tu rival".
El templo de la hierba dormita hoy en su domingo sin juego. Mañana, llueva o salga el sol, continúa la pelea. Sobre la hierba, los tenistas, el vértigo del césped y el peligroso canto de sirena que son la red y sus voleas. Nadal y Federer lideran la carga.
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