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Columna
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Gánsteres

Carlos Boyero

La vena más narcisista de Jack Nicholson y el pasote sin causa al que siempre ha sido aficionado se disparan en Infiltrados dando vida a un patriarca de la mafia irlandesa (todo lo contrario de la admirable interpretación de Newman en Camino a la perdición encarnando a un personaje similar) estratégicamente cruel, hedonista y salvaje, un tipo que frecuenta la ópera en compañía de su amante y de una espectacular puta negra, a las que estimula para el previsible trío rociando sus cuerpos con coca lanzada a puñados.

Resulta que ese gánster de ficción estaba rigurosamente inspirado en la personalidad de uno de carne y hueso. Resulta que ejercía paralelamente de asesino y de chota del FBI, poderosa razón la segunda para que la agencia de investigación nacional más poderosa del mundo tardara 16 sospechosos años en trincar al enemigo público número uno (los banqueros jamás figuran en esa lista), dudoso honor que arrebató a Bin Laden, el asesino en serie de infieles. Resulta que pudieron atraparle antes ya que el FBI recibió creíbles soplos de que James Bulger, que así se llama el sangriento coco, había sido localizado en un cine viendo la película Infiltrados, imagino que para relamerse observando cómo el seductor Nicholson le inmortaliza, o para ponerle una querella a Scorsese por deformar, falsear o arruinar la deslumbrante imagen que el gánster tenía de sí mismo.

El egocéntrico asunto no es nuevo. Certifica la historia que al tan osado como escurridizo gánster John Dillinger se lo carga el FBI en la salida de un cine donde este acababa de ver El enemigo público número uno. A los mafiosos, tan humanos ellos, les encanta que la ficción hable de ellos. Y consecuentemente, imitan llenos de gozo a los personajes de ficción que intentan retratarlos. En Los Soprano, entre copas, rayas y felaciones en el club Bada Bing, los momentos mas orgásmicos de los mafiosos son cuando Silvio imita a Pacino encarnando a Scarface y a Michael Corleone, o a Brando como el Don. Cagney podría añadir a su legendaria frase final ("Mira, mamá, estoy en la cima del mundo") en Al rojo vivo: "Van a hacer una película y una serie de televisión sobre mis crímenes".

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