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Columna
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El recorte como símbolo

La nueva ola de presidentes autonómicos del PP va a ser, al menos por ahora, menos gastadora, y probablemente menos autonomista, que los demás presidentes del mismo PP, que baten récords de gasto y déficit (Valencia y Madrid, sobre todo), además de altas cotas de corrupción (Valencia y Madrid, también). O esa es la imagen que quieren dar, aunque los hechos, como siempre, pueden negar estas cosas y situarlas en su punto exacto. En Galicia los recortes pasan por educación y sanidad, entre otras cosas más indefinibles, y en algún sector, como estos días en educación, llevan el marchamo del aumento de horas lectivas. Son metodologías especiales para un momento en el que la crisis pone a los partidos con aspiraciones ante serios problemas estratégicos. Al PSOE porque gobierna, y al PP porque podría gobernar. Al BNG en Galicia y a Izquierda Unida y otros en el Reino de España, les toca mirar y criticar (En la protesta -respondió sincero-/ se vive con mayor desenvoltura,/ mas para bien morir..., citaba Pere Gimferrer en el arranque de un gran poema, Invocación en Ginebra), que es buen oficio, y necesario.

Recortar es más que una medida económica: es un acto de acatamiento al sistema mundial vigente

El recorte disminuye el déficit y, de paso, el consumo, que da nombre a nuestro tipo sociedad (de consumo) nacida de la revolución urbana que pobló las ciudades del mundo de campesinos hartos de la escasez de la tierra. En un esquema económico-social de esta clase, al que hemos llamado capitalismo, el consumo es tan sustancial como el aire a los pulmones y al hombre. Por tanto, pocos milagros cabe esperar de un momento en el que el consumo ha caído y todo se va en ahorro del Estado y sus franquicias para pagar, entre otras cosas, el derroche privado de aquellos que ven en el Estado un enemigo salvo cuando debe acudir a salvarlos, porque salvarlos, en un esquema así, es absolutamente necesario.

Y también en Galicia, claro. Todo lo que Zapatero ha ido aceptando del mando europeo entre las imprecaciones del Partido Popular, lo va a realizar ahora el Partido Popular centuplicado, pues acudir al rearme de lo privado que ha provocado la crisis es más propio de esta formación política que de los socialistas u otros. También en Galicia.

Recortar gasto o ingreso a según quién es más que una medida económica: es un acto de autoridad y acatamiento al sistema mundial vigente. Necesario, quizá, pero simbólico. Quiere decir algo así como: ha sido un desastre sistémico, pero volvemos a empezar con lo mismo. En unos años, nuevas crisis y nuevos recortes. También en Galicia.

Se trate de Feijóo o de Cospedal, los recortes ponen en evidencia la feroz puesta en escena que se le hizo a Zapatero (al bipartito en Galicia, en la dichosa campaña de 2009 y sus audis) y lo evidente de sus obvias astucias electorales. A estas alturas ya sabemos muy bien lo que nos espera con los nuevos aspirantes a La Moncloa o a la renovación de la autonomía gallega en 2013: si en condiciones normales los recortes pudieran ser necesarios, en condiciones poselectorales, en caso de que ganen los mentados, van a ser de la magnitud necesaria para recuperar a toda la maquinaria de fabricación de riqueza privada. La eficiente y la ineficiente (que ha sido casi toda).

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De tal modo es así que, incluso sin esperar a ganar, comienzan a anunciarse recortes infinitos por la vía parlamentaria de rechazar los moderados recortes vigentes, que, de momento, dan satisfacción a Europa sin detener plenamente el consumo, imponiendo un ritmo lento de recuperación de empleo, pero recuperación al cabo.

¿Qué pasará con los recortes muy superiores que se intuyen en las conductas de la oposición mayoritaria? ¿Volverá a acelerarse el ahora ya lento ritmo de destrucción de empleo? ¿Caerá de nuevo la lenta creación de empleo? También Feijóo tiene la palabra.

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