La ansiada llama olímpica
Tras perderse Atenas 2004 y Pekín 2008, España necesita los Juegos y viceversa
No puede decirse que el fútbol español haya demostrado históricamente un espíritu olímpico muy ferviente. Bien es cierto que sus tres únicas participaciones (Amberes 1920, Barcelona 1992 y Sidney 2000) se saldaron con una medalla de oro y dos de plata. No es un mal porcentaje, pero las ausencias en un deporte como el fútbol, prioritario en España, han sido más sonoras que sus éxitos.
Hasta los Juegos de Barcelona no descubrió España el valor de una medalla olímpica como aquel, quizá por ser un país escaso en metales en otros deportes hasta la eclosión del 92. El éxito de aquellos muchachos con apellidos tan sonoros como Guardiola, Cañizares [suplente en favor de Toni, del Espanyol], Luis Enrique, Ferrer, Amavisca, Alfonso, Kiko y Abelardo, entre otros, dio a España una alegría quizá solo superada por el magnífico triunfo del mediofondista Fermín Cacho en la carrera de los 1.500 metros.
La idea del estilo de La Roja precisa grandes citas para ser cada día más creíble
España, sin embargo, no mantuvo el tirón y tuvo que esperar hasta Sidney 2000 para volver a una villa olímpica. Era la maravillosa generación de Xavi, Puyol, Marchena, Albelda, Capdevila, José Mari y Angulo, saldada con una medalla de plata que supo a poco tras perder en la tanda de penaltis la final ante el Camerún de Kameni y Eto'o. Pero aquella experiencia dejó un poso internacional. Fue la confirmación de muchos futbolistas que luego han sido el germen del éxito en la Eurocopa de Austria y Suiza 2008 y en el pasado Mundial de Sudáfrica 2010.
Pero la llama olímpica sigue sin prender y España, ahora tan laureada y reconocida, no puede permitirse el lujo de perderse tres citas olímpicas, tras la ausencia en Atenas 2004 y Pekín 2008, con otra generación de magníficos futbolistas como los que ha convocado Luis Milla, con ese principal objetivo, para el Europeo sub 21. Futbolísticamente, España necesita los Juegos y los Juegos necesitan a España.
Tres ausencias consecutivas serían demasiadas para el prestigio del fútbol español, que, además, acudiría a Londres con una vitola interesante: si no como el gran favorito, sí como uno de los mejores aspirantes.
La ilusión de los jóvenes de La Roja es incuestionable. Todos y cada uno de ellos sueñan con estar en Londres, una experiencia que, por cuestiones de edad, solo se produce una vez en la vida normalmente. También por prestigio, porque lo contrario sería considerado un fracaso. Y finalmente, por estilo. La idea del fútbol español necesita grandes citas para ser cada día más creíble, cada vez más imprescindible.
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