Un pisito de soltero
Hay que fijarse en los detalles para encontrar el elemento psicodélico en el coqueto pisito de soltero al que se ha mudado Luis Racionero (La Seu d'Urgell, 1940), en su progresivo descenso desde la parte alta de Barcelona a la zona más noble del Eixample barcelonés. París -ciudad que adora a no ser por su clima "espantoso"- fue su último destino antes de volver a Barcelona. La mesa en la que ha escrito Memorias de un liberal psicodélico (RBA) -un mueble de estilo clásico de patas torneadas- está limpia; tan solo un cuaderno de tapas duras y un bolígrafo de punta fina. Racionero escribe a mano, de corrido, en libretas y también en folios. Tiene una letra afilada y deja mucho espacio entre palabra y palabra. Nunca produce más de tres o cuatro folios al día, que parece ser el punto de desgaste neuronal del escritor-tipo. "O sale o no sale", explica.
Su lugar de trabajo no se circunscribe a esta mesa impoluta, se extiende a todo el apartamento, un espacio en el que no hay puertas, o si las hay no se hacen presentes, donde se combina la racionalidad y el esoterismo. Un medio tabique separa el dormitorio del mullido sofá donde se instala a leer. La luz entra por el balcón que da al bullicioso bulevar, aunque reina el silencio garantizado por un sólido doble cristal. La luz es importante, porque a Racionero no le importa escribir frente a una pared, pero sí que la luz entre por la izquierda. Los libros no invaden el espacio, como podría esperarse de un erudito. Dos cuerpos de librería de madera oscura -uno frente a la mesa y el otro junto al sofá- contienen lo que más parece material de trabajo: colecciones de historia, filosofía o diccionarios en varias lenguas. Pero es solo una ínfima parte de su biblioteca que guarda en su casa de campo cerca de La Seu d'Urgell.
No hay fotografías, a excepción de la de su maestro de taichi. Lo que si abundan son los fetiches, los bibelots, los pequeños objetos, tal vez piedrecitas que ha ido dejando para poder encontrar el camino de regreso. Colecciona piezas de Art Nouveau, como el precioso cartel modernista del Salón de la Rose-Croix, y todo tipo de chinoiseries y artilugios orientales; la impronta psicodélica. El autor de Filosofías del Underground ha tenido una vida llena, en todos los aspectos, como él mismo se encarga de desvelar en este ciclo de memorias que empezó por lo sentimental. Ahora es un soltero que guarda objetos que son recuerdos; como el batín javanés que le sigue desde sus años californianos, en el Berkeley de los sesenta o la chaqueta de estrellitas que no acaba de localizar.
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