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Análisis:HISTORIAS DE UN TÍO ALTO | BALONCESTO | NBA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El día que conocí a Shaquille

Dentro de 50 años, cuando la gente mire las estadísticas de baloncesto de Shaquille O'Neal, se quedará asombrada por lo llamativas que son. Habrá discusiones sobre si el mejor pívot de esa época era tan bueno como el mejor pívot de la nuestra. Pero lo que pasará a la eternidad es lo que los seguidores de O'Neal veían todos los días: las entrevistas, los vídeos y las caras estrafalarias. Todo lo que convirtió a Shaquille O'Neal en Shaq.

Conocí a Shaq el primer día de mi primer campamento de entrenamiento de la NBA. Yo era un chico blanco, tímido y flaco que venía de una universidad del Medio Oeste, con escasa reputación y todavía menos habilidad baloncestística y el propósito fallido de formar parte de la plantilla de los Lakers de Los Ángeles la jornada del inicio de la competición. Pero en ese primer día, tratando de pasar la nueva página de la extraversión, me acerqué a O'Neal, le tendí la mano y le dije: "Hola, soy Paul".

A lo largo de la carrera de O'Neal, a menudo, se han hecho cábalas sobre si es un buen tipo o un mal tipo. Los del primer bando sacan a colación sus entretenidas entrevistas, su jovialidad y su curiosidad intelectual. Los del segundo se centran en su tendencia a hacer públicas sus exigencias y en su enemistad con Kobe Bryant.

Todo lo que sé es que siempre le recordaré mirándome hacia abajo y diciendo con esa famosa voz áspera: "Sé quien eres". Dudo de que Shaq supiera quien era. Pero dijo que lo sabía y eso era lo único que me importaba. A diferencia de muchos otros compañeros de equipo famosos que he tenido, hizo que me sintiera como en casa.

Como todos los seres humanos, Shaq no es ni bueno del todo ni malo del todo. Es una persona. Y eso es lo que me gustaría decirle a la gente que, dentro de 50 años, revisará la carrera de Shaq y, aunque no sea culpa suya, lo reducirá a una foto y a un conjunto de estadísticas. Shaq demostró (y se podría alegar que por primera vez) que los jugadores de baloncesto también son personas. Quieren bromear con los aficionados e interpretar a un agente de policía y actuar en películas malas y hacer discos de rap todavía peores. Como todo el mundo (bueno, puede que no la parte de los discos de rap; o la parte del agente de policía).

Suponiendo que la jubilación de O'Neal cuaje (las jubilaciones en el deporte son tan fiables como un mapa de carreteras azerbaiyano) y suponiendo que Shaq no se convierta en un ermitaño, más gente descubrirá lo que el resto de nosotros ya sabemos y lo que yo aprendí de cerca: además de ser uno de los jugadores más dominantes de todos los tiempos, además de ser inteligente y divertido y, a veces, tan raro que te deja perplejo, Shaquille O'Neal está más cerca de la normalidad de lo que lo ha estado nunca una persona famosa.

O'Neal, con los Celtics.
O'Neal, con los Celtics.CJ GUNTHER (EFE)

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