El megáfono de mano
El megáfono de mano es a la voz lo que la papeleta al voto. Cuando la gente ya no confía en su voto echa mano del megáfono de ídem, que va con pilas, montones, de individuos, personas y todo eso, que se han echado a la calle. Lo que resulta fraudulento para la lógica es que en un país donde se piden cada tres o cuatro años más facilidades para echar a la gente a la calle se mosqueen los mismos peticionarios cuando es el personal quien se echa a la calle motu proprio, es decir, con su propia moto y más ahora que aquí ya no hacen motos. El megáfono de mano es el altavoz de quien va a levantar la voz no por mala educación sino por rabia y por desesperación. Es el equipo de sonido del rojo y por ahí les canta las cuarenta principales a los cuatro jinetes del Apocalipsis now!, una película basada en el viaje del Gobierno al corazón de las tinieblas. Como la política es el arte de la dislexia, los partidos de izquierdas no se dan cuenta de que a partir del pueblo todo es derecha y ellos están cada vez más lejos de la raya. Ahora que en las elecciones se han quedado sentados en la silla de las feas, quieren hacer un gesto de reflexión y lo que les sale es un acto de contrición. Se da hoy más golpes de pecho una ejecutiva sindicalista que Rouco Varela (acaso la persona más parecida a Paco Clavel entre el famoseo litúrgico). Pero la gente ya no escucha el canto de las sirenas de las fábricas, que andan deslocalizadas por el mar Amarillo, ni tampoco el canto del cisne de los mismos políticos que han abrazado el canto del cine. El personal oye el megáfono de mano como en los bombardeos nazis los británicos oían el London Calling. ¿Cómo se puede estar tan sordo ante un megáfono? La izquierda poselectoral se ha asomado al balcón de su sede en plan alcalde de Bienvenido Mr. Marshall y se ha puesto a hacer señas a la manera de doña Rogelia (que también le da una retirada a monseñor Rouco). ¿Qué dicen, qué dicen en la calle? ¡No se oye bien! ¡No se entiende! Principalmente, lo que se está pidiendo con los megáfonos de mano es respeto. A los partidos la gente lo que está diciéndoles es que crean en ella. Les están recordando que a quien tienen que representar es al personal y no al poder. La calle no tiene miedo, y prefiere perder diputados, alcaldes, concejales... a mantenerlos con un andamiaje de corrupción o de pactos de mesa de póquer a siete bandas, una por cada día de la semana. El megáfono de mano es el telescopio desde el que se ve la cara oculta de la Luna. En los corros de las comisiones reunidas en las plazas, los chavales hablan bajito con su megáfono de mano igual que la Guardia Civil cuando iba en barca a buscar a Pepe Isbert en El Verdugo, porque el megáfono de mano se ha inventado para hacer la revolución con educación y sin faltar. El megáfono de mano no es para hablar más fuerte, sino para darle a lo que se dice una dimensión épica y lejana, porque al fin y al cabo siempre se está repitiendo lo que ya dijeron los esclavos en tiempos de Espartaco. Lo que se oye por su altavoz es el ruido que hacen los votos al caer fuera de los partidos que abusan del poder o también al caer fuera de la urna. A los padres de la Iglesia de los Votantes del Último Sufragio les pasa como a los correligionarios de monseñor Rouco con la suya, que dan misa con el templo medio vacío y cuentan como si hubieran llenado. Quizá por esta razón el megáfono de mano tiene forma de embudo. Se ha utilizado mucho también en los espectáculos de cabaret, a los que va una clientela más concupiscente, y en esto anda como el PP asturiano, es decir, ligera de Cascos. Lo de Badalona, sin embargo, no es un cabaret, sino un cuarto oscuro vigilado por 11 hombres sin piedad. La derecha se ha dado cuenta de que ahora lo que se lleva es votar en contra de algo (de un gobierno o de un vecino raro), y ha obrado (en el sentido no escatológico) en consecuencia; resulta que después de no sé cuántas ediciones de Gran Hermano la peña ya no vota sino que nomina. Y también por eso se ha vuelto al megáfono de mano, porque no es para hablar con la peña sino con la persona. El megáfono de mano es la manera que tiene el pueblo de hablar en serio. Es la trompeta con que se derrumbarán las murallas de Jericó, capital de Cisjordania. Es el aparato más democrático porque sirve también para la policía (que lo coge como una pistola) y para los bomberos (y así avisan a los gatos para que no salten porque es una tontería hacerlo, porque siete vidas no bastan para vivir esta) y para los remeros olímpicos y para las rameras olímpicas que cada noche baten su récord de salto de cama. El megáfono de mano es la pipa de la paz que comparten los chavales cuando quieren hablar, de modo que lo van pasando entre ellos igual que el tiempo pasa y se detiene entre nosotros.
No es para hablar más fuerte, sino para darle a lo que se dice una dimensión épica
Con un megáfono de mano se le dice al poder que ya vale; se le pregunta al Ayuntamiento saliente cómo es posible que le guste esta ciudad pero no sus ciudadanos; se le pregunta al Ayuntamiento entrante de qué personas pretende ser alcalde o si en realidad prefiere los autómatas del Tibidabo; se le pregunta al consejero de interior Felip Puig si piensa hacer una Cataluña mejor apaleando, arrastrando por el suelo a sus futuros médicos, a sus futuros licenciados en telecomunicaciones, a su futuro en general; se le pregunta también a Felip Puig si una Cataluña mejor es posible sin un mundo mejor; se les pregunta a los sindicatos obreros por qué prefieren su propia historia a la historia de todos y no se dejan arrastrar por esta, y por qué en vez de condenar la violencia en el desalojo de la plaza de Catalunya no condenaron el desalojo en sí mismo, o del mismo modo que condenaron la violencia oficialmente por qué antes no llamaron oficialmente a su militancia a estar acompañando a los chavales, a ponerse a su lado, a sentarse en el corro que rodeaba el desalojo, aunque fuera sencillamente a mirar junto la gente que también miraba y protestaba murmurando. Con un megáfono de mano cantaban los chavales en el desalojo No nos moverán, que es una canción civil y pacifista y aunque sus voces las tapaba el ruido del helicóptero de la policía no dejaban de ser las voces de las personas de las que quiere ser alcalde Trias. El megáfono de mano es para decir que no está en Eurovisión la voz cantante.
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