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Tribuna:OPINIÓN
Tribuna
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30 años de masonería en Euskadi

Eligieron una fecha notoriamente masónica: el solsticio de verano. Era el año 1981. Todavía retumbaban los ecos disparatados de Tejero y sus cómplices. Un joven abogado bilbaíno de 26 años entró con gran excitación y con los ojos vendados, como es preceptivo, en un pequeño local de la Alameda Mazarredo. Junto a él, otro profano también estaba vendado, con el pie derecho descalzo, el pecho izquierdo descubierto y una soga al cuello. Tan pequeño era el sitio que allí cabían malamente una decena de personas. Acababan de decorar aquel minúsculo y bonito espacio con madera pintada de blanco y el fuerte olor a disolvente era muy perceptible.

La ceremonia la presidía José Torrente, un viejo masón exiliado en Toulouse y tesorero del PSOE histórico. Otros veteranos masones vueltos del exilio asistían a esa tenida. Habían logrado constituir en la capital vizcaína un triángulo al que denominaron La Tolerancia y que dependía de la logia La Matritense, del Gran Oriente Español Unido, la federación heredera de la masonería exiliada en México y que apenas dos años antes había sido legalizada por el nuevo Estado democrático.

La masonería tiene una larga trayectoria en Euskadi y en el conjunto de Euskal Herría

Era la primera iniciación masónica que se llevaba a cabo en Euskadi desde la guerra civil de 1936-1939. Aquel joven abogado, educado con los jesuitas, descubrió ese inolvidable 24 de junio de 1981 no sólo el hechizo de un ritual dieciochesco. Se dio cuenta, además, de que la masonería era mucho más que el ateneo de librepensadores que él había imaginado. Tampoco sabía que aquella ceremonia de iniciación masónica tenía un carácter histórico. Javier Otaola, que más tarde se convertiría en letrado del Gobierno vasco y que lleva nueve años como Síndico (Defensor del Ciudadano) de Vitoria-Gasteiz, se convirtió ese día en la primera persona que era iniciado masón en Euskadi desde el fin de la II República. Del otro iniciado aquel día no se han vuelto a tener noticias.

Han pasado 30 años desde entonces. Aquel triángulo es hoy la Respetable Logia La Tolerancia, federada en la Gran Logia de España (GLE). Otaola, tras haber sido su presidente, abandonó la GLE, y fundó en 1993 en Vitoria la logia Manuel Iradier, que se federó en la Gran Logia Simbólica Española (GLSE) y de la que nacerían más tarde otras dos logias de la GSLE: Altuna, en San Sebastián, que acaba de celebrar su décimo aniversario, y Luz del Norte, en Bilbao. Javier Otaola sería luego gran maestre de la GLSE y ensayista masónico de referencia.

Esto es, en rápido resumen, lo que han dado de sí 30 años de trabajo masónico en Euskadi. Se partió, como en toda España, del absoluto vacío dejado por la despiadada persecución de Franco, cuya obsesión en destruir y demonizar a la masonería, reflejada en la famosa coletilla del "contubernio judeo-masónico", logró laminar su presencia durante cuatro largos decenios. Su reconstrucción ha sido lenta y difícil. Pero ha contado con la fuerza de una tradición, que tiene entre sus antecedentes los tiempos de la Ilustración y de los Caballeritos de Azkoitia, y con el vigor de una idea de construcción individual y social basado en la libertad, la igualdad y la fraternidad.

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Adalid de la tolerancia y la laicidad, de los Derechos Humanos y, sobre todo, de los deberes que esos derechos comportan, la masonería tiene una larga trayectoria en Euskadi y en el conjunto de Euskal Herría, que va mucho más allá de los últimos 30 años. Las logias de Bayona se cuentan entre las primeras que se establecieron en el continente europeo en el siglo XVIII y han sido siempre refugio para los masones españoles perseguidos y apoyo para los talleres masónicos de este lado del Bidasoa.

En los siglos XIX y XX, logias como La Vigilancia, La Caridad o Goethe, en Vizcaya; La Providencia, La Luz de la Frontera o la primitiva Altuna, en Guipúzcoa, y Los Amigos de San José, La Luz de Vitoria o Victoria, en Álava, testifican una larga trayectoria en la que hombres ilustres como el explorador alavés Manuel Iradier, del que este año se celebra el centenario de su fallecimiento, encontraron un marco de referencia para sus ideas de progreso intelectual, moral y social.

Valentín Díaz es periodista y excorresponsal de TVE en diversos países, además de masón afiliado a la logia Manuel Iradier de Vitoria

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