Nadal encuentra la tranquilidad
El español bate a Soderling tras semana y media de temblores y se medirá a Murray en semifinales
"¡Tranquilo!". Los gestos y las voces del banquillo resumen la tormenta interior que atraviesa Rafael Nadal para vencer por 6-4, 6-1 y 7-6 (3) al sueco Robin Soderling y plantarse en las semifinales de Roland Garros, en las que se medirá al británico Andy Murray. "¡Tranquilo!", le grita al campeón Toni Nadal, su tío y entrenador, reclamándole calma ante la primera dificultad, un 30-30 cuando saca para ganar la primera manga. "¡Tranquilo!", le pide de nuevo con un gesto cuando Soderling se procura dos puntos (15-40) para sacar por la tercera. Y tranquilo, tranquilísimo, con dos saques maliciosos, abiertos, plenos de sutileza y faltos de fuerza (166 y 167 kilómetros por hora, respectivamente) resuelve Nadal esa situación, igual que consolida luego su ventaja en el desempate (5-3). Son tres golpes que fotografían un paso adelante: el número uno mundial vuelve a decidir con claridad tras semana y media de temblores.
"A veces, tienes que disfrutar del sufrimiento", reflexiona el número uno
"A veces, tienes que disfrutar del sufrimiento", reflexionó el español, que en el inicio del encuentro, tronantes las banderas contra los mástiles por el viento, dispara más derechas que en todo el torneo (3-0 y saque). "Los mejores jugadores consiguen subir su nivel la mayoría de las veces porque, si no, no serían los mejores. Yo lo he conseguido", prosiguió, negra la piel y duro el gesto; "algún día no lo conseguiré. Hay que seguir con la cabeza fría porque no se ha ganado nada aunque se haya dado un paso adelante. He jugado a mi nivel bueno sobre tierra. He recuperado lo que, normalmente, es mío".
Diez puntos alimentan las esperanzas del campeón en su defensa del título. Diez puntos, los de la muerte súbita final, son sus argumentos, sus alas y su impulso frente a las dificultades que vienen y los contrincantes futuros. Diez puntos, pensó Nadal, demostraron que ha recuperado el pulso porque se impuso en el tie-break tras perder la primera bola, que además disputó con su servicio. "Fue muy positivo ganar ese desempate en una situación tan dura. Tan positivo como tener un final apretado porque así siento esos sentimientos, la presión, y eso, en mi opinión, me ayuda para el próximo partido", comentó Nadal, que había perdido y jugado mal dos muertes súbitas en la primera ronda contra el estadounidense Isner.
El mallorquín siempre tuvo en su mente su mejor arma. Si algo inquietó su ejercicio previo en el torneo, pleno de tiros cortos, fue su precipitación en los instantes decisivos. Si la reacción ante las dificultades refleja el momento de un tenista, para Nadal casi todo fueron ayer noticias positivas. Enfrentado al número cinco, el único capaz de ganarle en París (octavos de final de 2009), cavó una trinchera. Soderling se lanzó a la carga. Las estadísticas explican por qué el número uno salió vencedor de ese duelo de estilos: sumó 13 errores no forzados, menos de cinco por manga, un recital en la mezcla de contención y tiros agresivos. El sueco, un ogro con los pies parados, sufrió en cuanto le puso en movimiento. Allí empezó a encenderse la hoguera de su temperamento -"¡me muevo como un paralítico!", se quejaba en un partido previo-. Allí, por la consistencia, ausente en encuentros anteriores, empezó a parecerse el campeón a sí mismo. Y allí, por piernas, se tapó Nadal cuando Soderling lanzó su revés contra su derecha. La antepenúltima ronda se encontrará a un tenista recuperado. Con la excelencia como meta, eso no quiere decir que esté en su mejor momento: dejó escapar un break de ventaja en la primera manga y dio carrete al partido al ceder otro en la tercera (2-0 y saque) con Soderling ya dimitido.
"Pero no se puede esperar estar en las semifinales y ganando por 6-1, 6-1 y 6-1", dijo Nadal. "He conseguido que el rival sintiera que tenía que jugar puntos muy buenos para ganarme. Me quedo con la actitud de todos los días, con seguir pensando que iba a encontrar soluciones cuando no las encontraba", añadió. Y se marchó rumiando la poca trascendencia que se le da a un dato que él se toma muy a pecho. Lleva seis semifinales de Roland Garros en siete participaciones. "Fácil de decir, difícil de hacer".
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