No marear la perdiz
China no está preparada aún para presentar un candidato a la jefatura del Fondo Monetario Internacional. Puede que también tenga la sensación de que un director de otro país emergente vaya a ser menos eficaz que un europeo a la hora de impulsar las reformas que defiende. China quiere el apoyo de los demás para promocionar a su representante máximo del FMI. Por ahora, el mantenerse en un segundo plano parece que favorece los intereses de Pekín.
China podría ser un importante voto bisagra en la elección del nuevo director general del FMI. Unas horas después de que París dijese que se había asegurado el apoyo de Pekín a la ministra francesa de Economía, Christine Lagarde, China se unía a Brasil, Rusia, India y Sudáfrica en su condena de la arraigada tradición del FMI de nombrar a un europeo para encabezar la institución. Esa contradicción refleja el dilema de Pekín. Quiere más representación en las juntas directivas del FMI, pero para llegar allí necesita la ayuda de Europa.
Por encima de todo, Pekín quiere terminar con el poder de veto de EE UU. Las reformas del FMI de noviembre le permitieron duplicar su porcentaje de participación hasta el 6,19% y convertirse en el tercer país con más poder en el FMI. Pero eso sigue sin reflejar plenamente su condición de segunda mayor economía del mundo. EE UU sigue siendo el miembro más poderoso del FMI, con un 17,7% de los votos totales. Las decisiones importantes requieren una mayoría del 85%.
La continuación del liderazgo francés puede garantizar la continuidad en las reformas de la junta directiva del FMI. A cambio de su apoyo a Lagarde, China podría ser capaz de exigir cambios más rápidos y un compromiso más firme de ascender a Zhu Min, a quien Dominique Strauss-Kahn nombró asesor especial, a un nuevo puesto de director gerente adjunto.
Un candidato de un mercado emergente podría ser menos predecible. El gobernador del banco central mexicano, Agustín Carstens, que enseñó en la Universidad de Chicago, es poco conocido entre los chinos, que consideran que México está demasiado próximo a EE UU. India mantiene antiguas disputas fronterizas con China, y Brasil está mostrándose ahora más beligerante respecto a que China inunde el mercado de productos baratos. Es poco probable que las economías emergentes se unan en torno a un candidato.
China y otros emergentes quieren tener más poder en la escena internacional. Pero por ahora, el marear la perdiz podría retrasar la realización de este objetivo.
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