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Columna
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Boy Genius

David Trueba

Los medios norteamericanos no suelen dedicar atención al fútbol. Lo llaman soccer, contracción de Football Association. Y tiene sentido derivar la práctica de este deporte de la palabra asociación. Los equipos que han dejado huella siempre lo han hecho a partir de la esencia asociativa y aunque la mítica del fútbol premia solo a las individualidades, detrás de los grandes anidaba la virtud para la asociación, la pared, la combinación con los compañeros. Pero que la final de Champions, que se juega mañana, ya supere los más de cien millones de espectadores que congrega la Superbowl, despierta el apetito informativo de los norteamericanos.

Esta semana, New York Times dedicaba un largo artículo a glosar la figura de Lionel Messi, al que definía desde el titular: Boy Genius. Puede que el aspecto de niño tenga que ver con su figura, con su estatura de 1,69 o sus apenas 24 años. Pero también hay algo de niño en su concentración en el juego, su absoluta falta de expansión en nada que no sea el campo y la pelota en movimiento. Messi contradice la necesidad de perfil mediático, la obsesión por los añadidos publicitarios. Es un producto de difícil venta disociado del juego, de cómo juega. Su virtud es que todo está puesto adentro del partido, nada afuera. Para el periódico norteamericano, en su distanciada mirada, los pasionales enfrentamientos del Real Madrid contra el Barcelona en esas semanas de la marmota que nos tocó padecer hace poco, quedan resumidos así: "Messi logró que venciera el talento frente al cinismo".

Curiosamente, justo antes del Mundial, The New York Times también dedicó una atención destacada al joven futbolista mexicano Javier Chicharito Hernández. Poco después fichó por el Manchester United y con su apodo de guisante regala a su rocoso y bien plantado equipo las gotas necesarias de improvisación, alegría y habilidad que rompen un partido. Así que el duelo visto desde el otro lado del Atlántico reposa sobre jugadores bajitos; si ellos tienen el protagonismo significará que triunfa la habilidad sobre los centímetros, pulgas y guisantes sobre músculo y fuerza. Pero nadie sabe, las finales se juegan sobre un territorio nuevo, impredecible. Quizá por eso los espectadores se plantan ante ellas con tanta expectativa.

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