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Columna
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Gore

Javier Sampedro

Aún es pronto para saber si las estampitas gore de los paquetes de cigarrillos tienen un efecto disuasorio en el consumo. El principal efecto que se puede constatar de momento es que la gente pone el paquete boca abajo para no verlas. Lo que se ve entonces es el cartel de fumar mata y el de fumar provoca impotencia, que ya se entienden como parte del decorado y disuaden menos. Puede que las estampitas acaben sufriendo el mismo proceso de normalización y se vuelvan con el tiempo tan invisibles como un cartel electoral colgado de una farola. Es difícil saberlo.

Tanto la Organización Mundial de la Salud como las sociedades científicas españolas saben desde hace mucho que la medida más eficaz para frenar el tabaquismo es subir los precios. Y esto es particularmente cierto para los adolescentes, que tienen que hacer encaje de bolillos para distribuir su paga semanal entre las litronas y las cosas de fumar. Una subida del 10% reduce el consumo un 4%.

En los primeros años noventa salió en Londres una marca que se llamaba Death (muerte). El paquete era negro como el azabache y llevaba por logo la calavera y los huesos cruzados de la bandera pirata, lo que puede parecer disuasorio en grado sumo. Las autoridades británicas, sin embargo, tuvieron que retirar el producto del mercado tras observar con perplejidad que se había puesto de moda entre los alegres muchachos de Bloomsbury y se vendía como muffins desde Euston Road hasta Holborn. Los adolescentes siempre han creído que van a vivir eternamente, y no temen a la muerte mucho más que a los demás síntomas de la vejez, como la esclerosis mental y la cara de pasa. Un chaval encendía un Death y te miraba como diciendo: "Pero de qué vas, tronco, si tú te vas a morir antes".

A lo mejor un día quitan el cartel de 'Fumar mata' y lo sustituyen por otro que ponga: 'Cinco euros'. Verás como entonces la gente prefiere darle la vuelta hacia el otro lado y que se vean los pulmones. La pobreza, pensarán, mata más que el cáncer.

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