Bailando historias rusas
El Eifman Ballet representa en el País Vasco 'Onegin' y 'Chaikovsky' dentro de su gira - El coreógrafo busca la teatralidad en sus obras
El nombre del coreógrafo ruso Boris Eifman figura unido a la ruptura de las convenciones académicas de la danza. Es un renovador del ballet, que concibe el escenario como un laboratorio de experimentación. Eifman ha construido su carrera sobre la búsqueda de la teatralidad de la danza contemporánea y la fuerza de la narración, utilizando con dramatismo la luz y el sonido y atreviéndose a sumar en el mismo espectáculo la música del Romanticismo y el rock ruso. Así lo hizo ayer su compañía de danza, el Eifman Ballet, en la primera de las dos representaciones de Onegin que ofrece este fin de semana en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián y volverá a mostrarlo con Chaikovsky en el Palacio Euskalduna, en Bilbao, el próximo martes.
La compañía se fundó en 1977 en San Petersburgo y hoy suma 60 bailarines
"La belleza formal del gesto no es un fin en sí", apunta el coreógrafo
El repertorio de Eifman suma más de 40 obras, que abarcan desde las coreografías de cámara a las grandes historias que toma prestadas de los clásicos de la literatura. Al igual que Onegin, de Pushkin, ha trasladado a la danza novelas de la talla de El idiota, de Dostoievsky, o se ha inspirado en el personaje de Don Quijote.
De origen siberiano, Eifman se formó en la tradición del ballet ruso en San Petersburgo. En 1977, rompió con los corsés académicos y fundó su propia compañía de danza. "Todo reside en la estética, pero la belleza formal del gesto no es un fin en sí", explica. "Creo sencillamente que no se puede entender la belleza como una noción abstracta. Cuando creo un movimiento, es, por supuesto, con la idea de crear una emoción, y la emoción pasa necesariamente por una necesidad estética", abunda.
Hoy, el Eifman Ballet cuenta con 60 bailarines y es capaz de estrenar una o dos nuevas producciones cada año. En las últimas dos décadas ha conseguido el reconocimiento tanto dentro de su país como en Europa y en Estados Unidos. En 1997, logró el hito de bailar en el mítico Bolshoi de Moscú. Tres años más tarde, la dirección del teatro moscovita decidió incluir en su repertorio de ballet la coreografía de Eifman Hamlet ruso. En Estados Unidos el éxito de la compañía culminó con el encargo del New York City Ballet de crear una obra en homenaje a Balanchine, y en Francia se tradujo en la concesión de la medalla de Caballero de las Artes y las Letras.
Eifman confiesa estar interesado en reflejar en sus obras los problemas del mundo contemporáneo y en profundizar en la psicología de los personajes. En Chaikovsky, por ejemplo, encontró un genio atormentado, ideal para protagonizar un ballet. "No es una biografía de Chaikovsky", puntualiza, "pero sí la encarnación plástica de su música, las pasiones y sufrimientos insertados en ellos. Aspiré a entender dónde se terminaba la vida diaria y comenzaba lo sagrado del acto creativo".
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