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Reportaje:

A cien por hora en el Senado

El estenotipista de la Cámara alta Javier Núñez, dos veces campeón del mundo de la especialidad, es capaz de pulsar 14 teclas por segundo sin fallos

Juan Diego Quesada

La guerra se encontraba a las puertas del Congreso el 3 de enero de 1874. El presidente preguntó a los diputados si estaban dispuestos a morir en sus asientos. "La respuesta unánime fue: ¡Sí, sí! El presidente del Gobierno, señor Castelar, dijo: señor presidente, yo estoy en mi puesto y nadie me arrancará de él. Yo declaro que me quedo aquí, y aquí moriré". Los taquígrafos tampoco se movieron de su sitio, continuaron escribiendo a toda prisa y recogieron así lo ocurrido en el diario de sesiones: "Penetra en el salón tropa armada. Otros señores diputados apostrofan a los soldados que se repliegan a la galería, y allí se oyen algunos disparos, quedando terminada la sesión en el acto".

"Fraga nos ha dado mucha guerra por su dicción y por su gran memoria"
Recuerda que el siglo XIX fue el de los grandes parlamentarios
Encuentra la paz y la felicidad en una tarea que otros consideran fatigosa
Opina que el buen orador no debe exceder las 150 palabras por minuto

Esos diarios de sesiones permanecen, como testigos de la historia, colocados en la estantería de hierro de la biblioteca del Senado. Javier Núñez, el único estenotipista varón del Senado, que trabaja junto a 25 mujeres, contempla ensimismado los tomos. Su oficio consiste en reproducir de forma íntegra las intervenciones y sucesos que tengan lugar en las sesiones del pleno. Núñez recuerda con nostalgia que el siglo XIX fue el de los grandes oradores. "Leer los libros de esa época, en los que aparecen Argüelles, Castelar, Sagasta o Cánovas del Castillo es ver la perfección en el uso de la palabra", cuenta Núñez, de 45 años y dos veces campeón mundial de estenotipia. Alcanzó en su momento las 800 pulsaciones por minuto, lo que equivale a pulsar 14 teclas por segundo. Sin fallos.

Núñez encuentra paz y felicidad donde otras personas solo ven una labor mecánica, fatigosa. Es un tipo serio, pero se ilumina al hablar del uso debido de las comas, las exclamaciones o la forma de reproducir en papel la ironía de un orador. No solo se dedica a transcribir lo que ocurre en las Cortes, sino que debe contextualizar y reflejar la forma en que se habla para que cualquier persona, dentro muchos años, como hace él hoy con las sesiones de hace dos siglos, pueda comprender lo que estaba ocurriendo. "Tiene usted mucha PRISA por agradar y SER importante en EL PAÍS", recuerda Núñez que transcribió sobre la interpelación que dirigía un político a otro.

Dejando atrás la biblioteca, Núñez enfila los pasillos del edificio del Senado, un antiguo convento. Se detiene ante un cuadro que se conoce como el callejero de Madrid. En él aparecen muchos personajes que hoy dan nombre a las vías de la ciudad: O'Donnell, Fernández de los Ríos, Quintana. Una reunión en el ágora español.

El buen orador, según su criterio, no debe exceder las 150 palabras por minuto y tiene que elaborar frases directas, sin apenas subordinadas. ¿Cuál es el político qué más trabajo le ha dado? "Manuel Fraga nos ha dado mucha guerra a todos. No solo por su dicción, sino que sus intervenciones están llenas de referencias y datos, posee una gran memoria". Núñez reconoce que cuando teclea sus palabras sabe que está levantando acta de un hecho histórico. "Es un personaje clave del último siglo de este país. Seguramente se revisarán sus palabras".

¿Cómo nace la vocación para dedicarse a esto? A los 12 años, cuenta, sus padres le apuntaron a clases de mecanografía en una academia. El profesor supo desde el primer día que el chico tenía un talento innato a la hora de manejar la máquina de escribir. Se concentraba de tal manera que era capaz de escribir durante horas sin parar. Fue la primera vez que sintió esa sensación de calma ante el teclado.

Su primer empleo, sin embargo, fue el de conserje en el Ayuntamiento de Leganés, poco relacionado con las cualidades que poseía. En esa época, por rutina del trabajo, abrió un cubo de basura y se topó con una hoja de periódico. Se anunciaba ahí una academia que preparaba a opositores a ujieres en el Senado. Aprobó a la primera y se puso el elegante uniforme azul que distingue a los porteros de la Cámara alta. Durante una de las sesiones, Núñez se quedó atónito contemplando a un estenotipista. "Eso es lo que quiero hacer el resto de mi vida", pensó. Después se preparó esas oposiciones, y hasta hoy. Por el camino, llegó a dedicar cinco horas al día a entrenar su velocidad y precisión para competir en los campeonatos mundiales.

Núñez llega a ponerse místico cuando habla del oficio: "Cuando desarrollas toda la velocidad de la que eres capaz sin cometer ningún error es una maravilla. Sientes una conexión especial con la herramienta de trabajo, como si tu cuerpo ya no pudiese desentenderse de ella". En ese momento es cuando encuentra esa paz que experimentó la primera vez que se puso delante de una máquina de escribir.

El estenotipista Javier Núñez, con su máquina de trabajo en la sala de plenos del Senado.
El estenotipista Javier Núñez, con su máquina de trabajo en la sala de plenos del Senado.SAMUEL SÁNCHEZ

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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