Movida
Si los Manel con sus canciones en catalán abarrotaron un teatro en Madrid tras ser número uno en las listas de ventas nacionales, tan anoréxicas en los últimos tiempos, no es un accidente. Tampoco que algunas de las mejores propuestas musicales nos vengan de la escena en catalán. Ni que los Goya o festivales de culto festejen cine catalán. Ni que la revitalización de la cartelera madrileña de teatro haya sufrido una mejora precisamente por abrirse a lo que se hacía con rigor en el teatro catalán. Quienes pretendan ver como un accidente ocasional estos sucesos intrigantes, sobre todo tras los años en que lo catalán fue estigmatizado por el perverso arte del bolillo electoral, se equivoca tanto como el que sostiene que el mes de julio es caluroso por azar climatológico.
Hay quizá una razón histórica para que esto se produzca. España como nación no anda sobrada de una burguesía con intereses culturales y artísticos. Lo habitual es toparse con una clase adinerada entregada a los placeres horteras del nuevo rico. Cataluña conserva la inclinación europea por satisfacer las necesidades de cultura y conocimiento. Pero ese rasgo no basta para justificar el despegue actual.
La necesidad de establecer un valor nacional e idiomático en su cultura ha provocado muchos defectos, intransigencias y agravios en el desarrollo de lo catalán. Las denuncias de estos rasgos dañinos han sido constantes. Puede denunciarse hasta un descenso del espíritu crítico en favor del patrioterismo o una suerte de integrismo lingüístico. Sin embargo, pocos se han atrevido a señalar los aciertos, porque entonces la fotografía salía movida.
Pero toda foto de la realidad ha de salir movida por fuerza. La orgullosa defensa de lo cultural, esa necesidad de implicarse en lo fabricado allí, ese percibir desde los medios locales que no había nada reprobable en ofrecer un espacio a lo propio, esa reforma para garantizar cuotas de presencia en los medios, una televisión pública implicada en la construcción cultural y la consideración de que las políticas estratégicas de arte y cultura no eran mera cosmética sin importancia, sino una de las pocas hazañas de las que presumir en este erial que deja tras de sí la hipertrofia del mercado, dan un resultado esperanzador. Quizá se tarda en recoger, pero llega.
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