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Reportaje:

Vivir San Isidro dentro de un cuadro de Goya

La asociación Los Castizos saca las galas para festejar el día del patrón

Madrid celebra mañana San Isidro, el día de su patrón. El célebre labrador se fue "de Madrid al cielo" hace 881 años pero sigue siendo la referencia estelar en el calendario de la capital. Y para María Dolores Álvarez, directora artística de Los Castizos, una agrupación de "madrileños y amigos" dedicada a "mantener, fomentar y recuperar las costumbres y tradiciones madrileñas", estos ritos son algo que debe conservarse. "El domingo vamos a la pradera de San Isidro, claro", dice orgullosa. Allí, rememorarán las escenas que pintó Goya en sus óleo La pradera de San Isidro como si fuera ayer.

Su marido y vicepresidente de la asociación, José Luis Campos, está de acuerdo en la idea de conservar esta liturgia: "Nada más llegar, lo importante es el desayuno: los churros y las porras". Y después hay que "ir a la ermita del santo", construida al lado de la fuente de aguas milagrosas descubierta por Isidro. La agenda del día se completa con un paseo para después "sentarse en la hierba y disfrutar del día".

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Pero no es posible rememorar un cuadro pintado hace siglos en vaqueros y zapatillas. Para celebrar el día más madrileño, vale la pena vestir el atuendo tradicional. Según Campos, los madrileños tienen la posibilidad de elegir: o el traje goyesco o el traje castizo. El primero data de 1800, "lo que se puede ver en los cuadros de Goya". El traje castizo, en cambio, es de un siglo más tarde.

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Para el hombre es similar al goyesco en el aspecto de que se compone de chaqueta y pantalón, aunque, en lugar de los colores dieciochescos, en el castizo son los cuadros blancos y negros los protagonistas y, al cuello, el pañuelo blanco, que era una solución para clases humildes. Según Álvarez, "había hombres que no tenían dinero para la camisa, y lo disfrazaban con el pañuelo". El traje castizo femenino es más vistoso: los zapatos, las medias, la falda, un delantal que llevan todas las mujeres con este tipo de traje, el corpiño y "esa mantita que sirve para muchas cosas", remata Campos, y que se coloca sobre los hombros. Es la alternativa para el mantón de Manila, cuyo precio puede alcanzar precios desorbitados dependiendo del tejido y el bordado.

Según la directora artística, "aunque hoy en día se considera que lo más madrileño es el castizo, el goyesco es igual de auténtico". Para Campos, San Isidro "era el patrón de Madrid hace 100 años y también hace 200. Las dos tradiciones son igual de válidas". Por eso este matrimonio va el domingo con el traje dieciochesco. ¿Cuánto costaron? "Un mes de trabajo", dice Álvarez. Su falda y corpiño incorporan nueve metros de seda cosidos a mano. "En Madrid hay pocos sitios donde se puede comprar esto, y donde se puede, te cobran un pastón", dice Campos. El suyo cuesta alrededor de 800 euros, porque se lo ha cosido ella misma, pero admite que lo más caro son los adornos. Los madroños que lleva en la cabeza le salieron por 160 euros.

De repente, en el número 7 de la calle del Olivar se oyen los sones antiguos de un organillo. En la sala de baile, varias parejas bailan el chotis, practicando para este fin de semana. "Es un baile de origen escocés", admite el vicepresidente. Tiene las mismas raíces que la polka: "escucha, está en el mismo tiempo, pa, pa, pa". Pero lo que se baila ahora en Madrid es otra cosa: una variación castiza, igual que su nombre. "Pasó por Francia y Alemania. En alemán schottisch es escocés, que se castellaniza y llega a ser chotis". Llegó a La Corte en Madrid por 1850, con Isabel II en el trono. "Duró muy poco como baile popular de la clase alta", sigue Campos, aunque "se empezó a tocar en las verbenas y el pueblo lo bailaba. En 1900 era el baile de moda para el pueblo". Tras la Guerra Civil se fue perdiendo, hasta que llegó a ser casi residual.

Era los años 80 cuando el alcalde Enrique Tierno Galván se empeñó en recuperar las tradiciones madrileñas y el chotis. La asociación Los Castizos tuvo ayuda para rescatar estos pasos olvidados. El vicepresidente señala una foto de un hombre elegante, sonriente y muy recto. "Antonio Chiwerto era un bailarín profesional en los años 40 y 50", dice. Llegó a tener éxito y bailó en toda Europa, en El Cairo, y en Las Vegas pero era muy madrileño. Y, ya jubilado, enseñó a bailar chotis a los socios de Los Castizos.

Los pasos del baile son inconfundibles. "El hombre solo gira sobre sí mismo, es la mujer la que verdaderamente baila y manda", dice Álvarez. Y como el hombre solo gira en la dirección que decide su pareja, se dice "que se puede bailar encima de un ladrillo", termina la directora.

Dos parejas de la asociación Los Castizos bailan en la sede de la agrupación costumbrista.
Dos parejas de la asociación Los Castizos bailan en la sede de la agrupación costumbrista.SAMUEL SÁNCHEZ

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