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Novedad no es modernidad

Se me antoja un tanto triunfal y trascendente titular "Otra larga lucha hacia la modernidad", el artículo en el que los infectólogos se felicitan por la posible inclusión de Enfermedades Infecciosas como una nueva Especialidad de la Medicina. A esa felicitación yo me uniría a nivel personal (si como parece les hace tan felices), ya que entre ellos hay muchos buenos amigos con los que he tenido la suerte y el honor de trabajar, e incluso que han pertenecido al Servicio de Medicina Interna del que soy responsable. Pero yo lo llamaría novedad no modernidad porque es algo novedoso pero que, a mi juicio, no va contribuir al progreso y modernización de la asistencia, docencia e investigación del sistema sanitario. El alcance de tan soñado fin se produce, como tantas cosas, no porque técnica o científicamente sea más beneficioso sino porque la coyuntura ha hecho que no técnicos en el sistema sanitario, es decir los políticos, se hayan sentido hoy más cercanos a los planteamientos, legítimamente interesados, que les han aportado ellos.

A mi juicio, se dan en ese artículo argumentos incompletos; ciertos pero a medias, les falta la parte deliberadamente oculta. En España hay 50 especialidades médicas, el país de la Unión Europea que más especialidades tiene (13 más que el siguiente) y esta decisión podría abrir paso a otras nuevas acepciones que contribuirán a aumentar la diferencia y las estructuras asistenciales y a dificultar, aún más, la sostenibilidad del sistema. Es solo cuestión de economía de escalas. La Ley 44/2003 de Ordenación de las Profesiones Sanitarias se adelantaba a estas perspectivas creando la troncalidad y las Áreas de Capacitación Específica como un auténtico, este sí, marco de progreso y modernidad al hacer al paciente centro de la asistencia de un modo integral y no mediante la suma de múltiples aproximaciones parciales sino como resultado de una formación antropobiológica global en la que entrarían las áreas de expertos o específicamente capacitados. El Consejo Nacional de Especialidades y muchas sociedades científicas, es decir, los técnicos, apoyamos con firmeza este camino.

El indudable desarrollo que han tenido los infectólogos se debe a que hay en ese grupo grandes profesionales de la Medicina Interna y de otras disciplinas pero, sin duda, la epidemia de sida (de la que alguna unidad de infecciosas no quiso entender en su momento), el apoyo económico de la industria con el desarrollo de nuevos antirretrovirales, los magníficos resultados en investigación y el control de la infección nosocomial han sido clave para este desarrollo; pero en todos esos aspectos no han estado solos en una lucha titánica como pretenden sino que hemos participado muchas otras personas y servicios. De hecho, hospitales andaluces sin unidades de infecciosas tienen mejores indicadores que otros que sí las tienen, y el manejo de los casos de VIH se hace, con similares resultados en muchos de ellos, por internistas y otros especialistas que hacen también otras funciones alejando el peligro de desintegrar la asistencia con el consiguiente peregrinar de los pacientes por múltiples consultas hospitalarias.

Aunque no es la tristeza el sentimiento actualmente más extendido, ya que ha sido sustituida por la crispación, yo prefiero mostrar solo mi tristeza por un hecho que, de producirse, ni beneficiará a los pacientes ni contribuirá a hacer mejor ni más eficiente nuestro sistema sanitario y... encima me aleja de mis amigos.

Carlos María de San Román y de Terán es presidente de la Sociedad Andaluza de Medicina Interna

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