Microcosmos
Otras municipales más no votaré en el ayuntamiento de Dodro. Pero otras elecciones más estaré con la mente en mi municipio natal. El 22-M ofrece un gran cartel: solo 291 votos separan al PP de revalidar una alcaldía que en los últimos cuatro años gobierna la coalición del PSOE con el BNG sobre una concurrencia estimada en 2.500 votantes. Supongo que habrá que contar muertos, emigrantes, jóvenes en mayoría de edad, parados, toxicómanos, deanes e incluso fantasmas, todos de sobra conocidos para los contrincantes.
Votaré en Madrid, mi capital del dolor, en la que las habas están contadas. Con un déficit colosal en las arcas del Palacio de Correos, con una tasa anual de basura desde hace dos años justo cuando peor funciona el servicio, con una impiedad manifiesta por los vecinos que vivimos en el centro, con un tinglado olímpico que sonroja al más pintado, Alberto renovará mayoría y viviremos otros cuatro años más en la zanja. Lo mismo en la Comunidad: Esperanza ha constituido una república independiente (la de su casa) dentro del PP e incluso el pasado 2 de mayo se permitió dudar si Osama bin Laden estaba detrás de los atentados de Madrid. Tendrá mayoría absoluta.
Las municipales son una reparación de los grandes males de la política de los media
Con las municipales me pasa como con el cine: creo en el bajo presupuesto, en la política de cercanías, en la honradez del guionista y la buena fe del realizador más que en la producción industrial y en serie. Creo en esas personas que defienden sus ideas sin ganar un peso, que creen que la política es el bien común y que una farola estropeada en la aldea de Bustelo do Monte es una urgencia tan perentoria como una Jornada Mundial de la Juventud en la plaza de Colón. Parece el lamento de un viejo hippie el día que le prohíben fumar marihuana, el canto de un cisne antiguo, pero mientras la democracia siga el ejemplo de los grandes candidatos, mientras la democracia se vista el traje de una sastrería a medida, mientras la democracia siga el compás del mercado financiero, mientras la democracia haga uso de la tiranía de los partidos y sus listas cerradas prefiero mirar a ras de suelo y contar los votos de Dodro.
Las municipales viajan en ese expreso que nos trae de vuelta a un lugar pequeño. Una reparación de los grandes males de la política de los media, de las corruptelas de las campañas, de los escenarios de cartón piedra de los profesionales. Aldea por aldea, casa por casa, se ve a veces un mundo encerrado en su perenne escepticismo. Hay puertas que se abren y otras que se cierran en las narices. Nunca es lo mismo Bexo que Lestrobe, siempre corre un viento distinto en San Xoán que en San Xián. Porque también en ese pequeño microcosmos anida una lucha sin cuartel entre lo que una vez fuimos y lo que queremos ser. Sobre todo en el mundo rural gallego se va notando como en ninguna otra parte ese pulso con la memoria, esa política de campanarios, esa corredoira que separa a los de siempre de los de ahora. Socialistas, nacionalistas, populares agotan en dos semanas los mecheros, entran con sus ejércitos en tabernas oscuras y plazas de hórreos vencidos. Las queimadas saben distintas, las banderas ondean distintas.
Muchos dirán que lo local es lo universal en otra escala y en cierto modo tienen razón dado que en Dodro la campaña es igual que en otros lugares del Estado, igual de feroz y de mezquina, igual de áspera, puesto que la derecha quiere volver a gobernar en un feudo arrebatado, según dice, por la pecaminosa unión de las izquierdas. Pero eso es política. Quizás cuando las familias acuden a votar a la vieja escuela rural piensan más en el hijo o el hermano que en las ideas de ese hijo o hermano, porque quizás eso importe más, al fin y al cabo, que las miserias del candidato alabado por unos y crucificado por otros.
No es fácil ser político en Dodro ni donde el mundo se llama Celanova. Bien lo saben los que un día pidieron elecciones libres y fueron marginados y encarcelados por sus ideas para que otros vengan a dudar de Osama bin Laden y, a pesar de todo, tengan mayoría. Son las reglas del juego.
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