Caligrafía de la 'pitopausia'
Cuando la comedia estadounidense no vivía uno de sus mejores momentos, los hermanos Farrelly se afirmaron como revulsivo con un registro que combinaba la celebración terminal de la idiotez, la provocación emética como sucesión evolutiva del slapstick y el flirteo con -el matiz es importante- las texturas (solo las texturas) de lo políticamente incorrecto. En otras palabras, lo suyo no fue exactamente una revolución, pero, por lo menos, lo parecía. Su carrera se abrió en la línea ascendente que marcaron Dos tontos muy tontos (1994), Vaya par de idiotas (1996) y Algo pasa con Mary (1998), tres títulos de oro cuya importancia no conviene subestimar, pero cuyo valor de transgresión merece ser matizado a la vista tanto de sus precedentes como de su descendencia.
CARTA BLANCA
Dirección: Peter y Bobby Farrelly.
Intérpretes: Owen Wilson, Jason Sudeikis, Richard Jenkins, Christina Applegate, Jenna Fischer.
Género: comedia. EE UU, 2011.
Duración: 105 minutos.
El famoso gag del tupé engominado de Cameron Diaz en Algo pasa con Mary no era, en realidad, una prolongación del discurso que abrió John Waters con la ingestión escatológica del final de Pink flamingos (1972), sino el ritual que consagraba la escatología como bien de consumo para el gran público. Tampoco existe una línea de continuidad entre lo que, en su día, se atrevieron a hacer los Farrelly y lo que, a la larga, harían Trey Parker y Matt Stone, Chris Morris, Bobcat Goldwaith y Sacha Baron Cohen. En Carta blanca, su último trabajo, aparece un personaje revelador, interpretado con impúdica maestría por el gran Richard Jenkins: es el veterano amigo ligón de uno de los protagonistas, una fuerza de la naturaleza, un espíritu libre situado entre lo épico y lo grotesco. Pues bien, la mirada de los Farrelly hacia los practicantes de una comedia realmente incorrecta no está lejos de la mirada de sus protagonistas hacia ese sujeto: la admiración por la forma salvaje, irresponsable, transgresora de sí mismos. El humor de los Farrelly es, en el fondo, el humor (a menudo irritante, a veces eficaz) del cuñado en una boda, que se fascina ante la irrupción del pariente sin asideros afectivos, ni morales. Un crítico americano dio en el clavo cuando, a propósito del estreno de El farsante (2006), producida por los Farrelly, afirmó que los hermanos ocupaban un limbo entre John Waters y Frank Capra.
Así, Carta blanca no es tanto la prueba definitiva de que los Farrelly se han rendido, sino un fruto consecuente de la lógica que mueve su filmografía: una comedia descaradamente pitopáusica que culmina en moralina matrimonial, pero que -y no es moco de pavo- demuestra que la pareja de cineastas ha pulido sus ritmos y ha llegado a algo parecido al clasicismo sin renunciar a puntuales reafirmaciones de sus viejas señas de identidad. Cabe reprochar al conjunto, eso sí, el sustrato misógino que obliga a castigar -con accidente de tráfico- la única infidelidad consumada. Por lo demás, los Farrelly proporcionan aquí una comedia de sustrato ozoriano -o bennyhilliano- con un control deslumbrante del registro.
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