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EL ÚLTIMO RECURSO
Columna
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El cacahuete mojado y la presidenta

La Audiencia ordena que un tribunal tachado de parcial en otro sumario juzgue a Otegi por el 'caso Bateragune'

"Tengo una duda que me corroe. ¿Un cacahuete flotando en una piscina sigue siendo un fruto seco?". Así comienza uno de los monólogos más célebres del humorista Luis Piedrahita. Y la pregunta tiene su miga, porque en su esencia el cacahuete sigue siendo un fruto seco, mientras que circunstancialmente está mojado. Así que las dos respuestas pueden ser válidas.

Piensen ahora en un juez, que debe ser imparcial por definición. Un magistrado al que le han anulado una sentencia por no ser independiente e imparcial con respecto a un acusado ¿puede recuperar la imparcialidad con respecto a ese acusado -como si hubiéramos puesto a secar al cacahuete- en otro proceso diferente?

Les cuento. El 27 de enero de 2010, el dirigente de Batasuna Arnaldo Otegi fue juzgado en la Audiencia Nacional por enaltecimiento del terrorismo y asociación ilícita a raíz de su participación en el homenaje a un etarra preso. En el desarrollo de la vista, y después de que Otegi se hubiera negado a contestar las preguntas de las acusaciones, la presidenta del tribunal, Ángela Murillo, que además era la ponente de la causa, le preguntó si condenaba la violencia de ETA. Cuando el acusado se negó a responder, Murillo comentó en voz alta: "Ya sabía yo que no me iba a contestar a esa pregunta". A lo que Otegi replicó: "Y yo que iba a hacerla".

Poco después, el líder abertzale fue condenado a dos años de prisión por enaltecimiento del terrorismo y absuelto de asociación y reunión ilícita.

Pero Otegi recurrió la sentencia por entender que la presidenta tenía prejuicios contra él y el Supremo le dio la razón. El 8 de febrero pasado, anuló la condena y ordenó la repetición del juicio con otros magistrados ante las dudas suscitadas sobre la falta de imparcialidad de Ángela Murillo. El acusado, según la sentencia, "tenía razones objetivas para pensar que la magistrada estaba exteriorizando precipitadamente un juicio sobre el carácter delictivo de sus palabras que venía a coincidir con el que sostenían las acusaciones".

Para el Supremo, las dudas de Otegi sobre que la presidenta exteriorizaba un "prejuicio acerca de la culpabilidad" y su falta de imparcialidad estuvieron "objetivamente justificadas". De modo que ese juicio se repetirá con otros magistrados en el tribunal -Javier Gómez Bermúdez, Paloma González Pastor y Nicolás Poveda-, el 12 y 13 de julio próximos.

Pero Otegi tiene además otras causas pendientes en la Audiencia Nacional, como el caso Bateragune, por el que le piden 10 años de cárcel por pertenencia a ETA. Se trata de uno de los últimos intentos de la banda para sustituir a Batasuna y sortear su ilegalidad. Y, ¿adivinan?, el tribunal que tiene que juzgarlo, presidido por Murillo, es el mismo cuya sentencia fue anulada por el Supremo.

El dirigente abertzale inmediatamente lo impugnó por "falta de imparcialidad" y ahora, por siete votos contra dos, la Audiencia ha rechazado la recusación de Otegi por entender que al tratarse de tipos penales sustancialmente distintos -enaltecimiento del terrorismo y pertenencia a ETA- la imparcialidad de Murillo no está comprometida.

Ángela Murillo es una magistrada muy valiente y trabajadora. De gran competencia, honradez y hasta simpatía. Entre el 21 de noviembre de 2005 y el 14 de marzo de 2007 presidió el caso Ekin, el mayor macroproceso contra los aparatos político, financiero, mediático e internacional del entorno paralegal de ETA, en el que diariamente dos docenas de los mejores abogados de la izquierda abertzale le hacían la vida imposible, planteándole mil argucias para tratar de suspender o paralizar el juicio. La sentencia del caso, 1.182 folios, estableció que KAS era parte de las entrañas de ETA y Ekin su corazón, y condenó a 47 de los acusados a importantes penas que, un año después, rebajó el Supremo.

Ahora, Murillo volverá a juzgar a Otegi. Será legal, pero es una torpeza. Aunque ella misma considere que es imparcial, el Supremo apreció que tenía prejuicios con respecto a ese acusado. Por tanto, lo suyo es que ella se hubiera abstenido para salvaguardar la apariencia de imparcialidad que todo tribunal debe tener. Lo de la mujer del César, que además de ser honrada debe parecerlo.

Otegi debe de estar frotándose las manos. Antes de iniciarse el juicio ya le han servido en bandeja un recurso de nulidad si fuera condenado y con muchas posibilidades de ganarlo.

¿No les parece que el maní sigue mojado?

Otegi, en el centro de espaldas, y Murillo, enfrente.
Otegi, en el centro de espaldas, y Murillo, enfrente.EFE (ÁNGEL DÍAZ)

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