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Columna
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El plan del PP contra el paro

Joaquín Estefanía

Del mismo modo que Mourinho arrojó la toalla en la conferencia de prensa posterior al partido del Bernabéu, los analistas tienen la obligación de escrutar, con el mismo rigor que al Ejecutivo actual, a quienes van a gobernar en el futuro inmediato, como señalan unánimemente todas las encuestas. A los próximos campeones de la Liga política: el Partido Popular (PP). Máxime cuando Rajoy insiste en que con "esas gentes" en el poder (los socialistas) no se puede esperar más. Exijamos, pues, en términos de calidad democrática, saber lo que nos espera.

Es difícil que coincida una hecatombe económica más perfecta que la que sufrió este país el pasado viernes: mientras la ministra de Economía presentaba, impertérrita, un déficit público del 2,1% para el año 2014, el paro se disparaba a cifras insólitas y desconocidas en la democracia (4,9 millones de personas), la inflación repuntaba (3,8%) y los datos del consumo (comercio) del primer trimestre mostraban el rígor mortis que padecen muchas familias. No hay paliativos. La desagregación de estos tres indicadores es todavía peor que los porcentajes principales porque resaltan la profundidad del desastre.

No más distracciones: qué va a hacer la oposición cuando sea Gobierno

Comienzan a conocerse los efectos de la crisis económica en términos de distribución de la renta y la riqueza y de crecimiento de las tasas de pobreza relativa: en esta ocasión, al contrario que en anteriores crisis, la desigualdad crece porque los pobres son cada vez más pobres, ya que están dejando de funcionar las políticas públicas. A pesar de los esfuerzos realizados por los Gobiernos socialistas, de los que todavía puede en parte presumir Zapatero, la insuficiencia de las medidas de protección al desempleo (ya hay más de un millón de personas -una quinta parte de los parados- fuera del seguro de paro), la falta de articulación de rentas mínimas autonómicas y las restricciones financieras de las Administraciones públicas, suscitan serios interrogantes sobre el peligro de inestabilidad social. La situación del mercado de trabajo se convierte en el factor decisivo para explicar las situaciones de pobreza en sus diversas manifestaciones. Los parados empiezan a envidiar a los pensionistas, a pesar de que estos cobren poco.

La coyuntura explica mejor que otros factores psicológicos o personales la desaparición de Zapatero de la escena política. Con esos datos no se pueden ganar unas elecciones y difícilmente se podrá evitar la mayoría absoluta del adversario. El barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) -que también se hacía público el viernes- daba 10 puntos de ventaja al PP, en una tendencia ascendente, y eso que no contemplaba todavía la acumulación de cifras tan negativas para el bienestar de los ciudadanos.

Por tanto, coincidamos con Rajoy en que no es hora de bromas, ocurrencias, ni varitas mágicas. Demandemos a quienes nos van a gobernar que nos dejen de marear con maniobras de distracción (la política antiterrorista, los ataques a TVE y al periodismo independiente, el "y tú más" de la corrupción, ...) y nos cuenten qué van a hacer con este país cuando lleguen a La Moncloa. Cuál es la alternativa y quiénes son las personas que van a insuflar las velas del crecimiento. Cuál es la "política económica conocida" que verbalizaba -sin decir nada más- Rajoy en Pontevedra el pasado sábado. Un humorista -como se sabe hay humoristas que son los analistas más agudos- publicaba hace poco una tira titulada Las alternativas del PP. En ella se veía a Rajoy explicando su programa: "Para acabar con la crisis proponemos, en primer lugar, acabar con la crisis y no como hace ZP que no acaba con ella"; "si queremos acabar con el paro proponemos en primer lugar, y ante todo, crear empleo. Y no destruirlo, que es lo que hace ZP"; etcétera.

Si el PP no desvela sus alternativas ocurrirá -como hasta ahora sucede machaconamente-, que Rajoy será el primer político que llegue a La Moncloa sin haber aprobado ni una sola vez en la valoración ciudadana de los sondeos. Esta desconfianza sobre el valor de la oposición no es precisamente óptima para levantar una terrible coyuntura económica que exigiría un pacto de todos los agentes implicados en ella y sobre el que los ciudadanos parece que ya hemos arrojado la toalla y desistido.

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