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Tribuna:Elecciones municipales
Tribuna
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22 de mayo: política y ciudadanía

Joan Subirats

¿Qué nos jugamos el 22 de mayo?, ¿se trata únicamente de escoger quién manda en la ciudad? Será la novena vez desde la recuperación de la democracia que se nos convoca a votar en unas elecciones municipales. Si atendemos a la historia electoral en Cataluña, parecería que estamos ante una cita electoral poco relevante. Las elecciones locales han ido acumulando mayores porcentajes de abstencionismo que las elecciones autonómicas o generales. En las últimas convocatorias, la abstención ha oscilado entre el 38% de 2003 y el 46% de 2007. La tendencia general apunta a un crecimiento sostenido del abstencionismo. En Barcelona ciudad, la proporción de abstencionistas ha sido siempre mayor, llegando en el 2007 a un, para mí, espectacular porcentaje del 50,3%. Pero, en cambio, si hacemos caso a lo que dicen los ciudadanos con relación a los poderes públicos, los que les parecen más fiables y dignos de consideración acostumbran a ser los gobiernos locales. Cuando se analiza el mapa de los abstencionistas en cada ciudad, se observa que los barrios con menos niveles de renta y con índices educativos más bajos son aquellos en los que menos se vota. Se vota menos en cualquier elección política, pero aún menos en las municipales. El consumo informativo en esos barrios, con los datos disponibles al respecto, señala que los canales más utilizados son cadenas de televisión de alcance estatal y cadenas de radio con poco contenido informativo. ¿Adónde quiero ir a parar? Parece evidente que esos de 15 a 20 puntos de diferencia entre unas elecciones generales y unas elecciones locales tienen que ver con la popularidad de unas y otras, y por tanto con la importancia y significación que los medios más seguidos en ciertas zonas les dan a estas o aquellas. ¿Se reduce todo a un problema de cobertura de unos medios u otros?

Hemos construido un modelo totalmente delegativo que permite decidir cuatro años con más de la mitad de abstención

Existe una clara contradicción entre la gran significación que tienen los gobiernos locales en la calidad de vida de las personas (en sus condiciones de movilidad, disfrute de espacio público, seguridad o prestación personalizada de servicios) y la poca relevancia que un importante sector de la ciudadanía da al hecho de que el gobierno de la ciudad sea de un signo político o de otro muy distinto. Este es para mí el tema preocupante: la desconexión entre política y políticas, la despolitización de la vida municipal. Tras tantos años de democracia local, hemos acabado por construir un modelo de representación política totalmente delegativa, que permite decidir cuatro años en nombre de todos, con más de la mitad de la gente absteniéndose de renovar su dosis de legitimidad. Esta situación ha acabado convirtiendo a buena parte de los ciudadanos en clientes exigentes, egoístas, malacostumbrados y pasivos. Gente que no se preocupa ni se implica, pero exige, mientras los políticos buscan más el clientelismo que la activación ciudadana y responsable. Y ahora, que es cuando hemos de empezar a entender que no todas las demandas sociales deben convertirse automáticamente en necesidades públicas que cubrir por los presupuestos públicos, nos encontramos sin instrumentos para afrontarlo.

Sin una perspectiva política fuerte, va a resultar casi imposible gobernar nuestras ciudades los próximos cuatro años y prepararnos para los siguientes. Se necesitará una mezcla de participación y de autoridad que requiere construir mayorías alrededor de valores y de objetivos muy precisos. Cada decisión, cada inversión, será analizada desde la perspectiva de quién gana y quién pierde, ya que no se dispondrá de recursos suficientes para que todos ganen, aunque sea en proporciones distintas. Y en ese nuevo escenario, los abstencionistas pueden ya no ser espectadores pasivos a la espera de su ración. La política no se acaba en las instituciones. Y podemos empezar a ver pronto los problemas que acarrea el tener una población desmovilizada y desarticulada socialmente. Lo que han sido ventajas para algunos durante mucho tiempo puede ahora convertirse en fuentes de nuevas dinámicas, imprevisibles y no forzosamente positivas.

Joan Subirats es profesor de Ciencia Política e investigador del IGOP en la Universidad Autónoma de Barcelona.

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