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Columna
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De mal en peor

Ha sido una semana desafortunada la que acaba de padecer el PP valenciano. En realidad, ha sido nefasta para su ya mermado crédito si nos atenemos a la proyección mediática que ha merecido. De entrada, la publicación de las listas autonómicas y municipales ha despejado las dudas de quien las tuviera acerca de la integración en las mismas de los candidatos teñidos por su implicación en las tramas corruptas. O sea, corruptos, dicho sin rodeos. Ya se ha visto: están casi todos ellos, como por otra parte era predecible desde el momento en que su líder, Francisco Camps, aspira a ser revalidado como presidente de la Generalitat a pesar de la galerna judicial que le acecha y que muy probablemente segará su carrera política. Justo es, sin embargo, que la complicidad del partido ampare al jefe tanto como a su banda. Al fin, todos se acogen al detestable privilegio de la inmunidad parlamentaria.

Como era de esperar, los medios de comunicación más independientes han atizado el morbo acerca de la cantidad y circunstancias procesales de los elegibles, para lo cual parecía inevitable referir las trapisondas y describirlas con el sustantivo pertinente: corrupción. Algo que al PP valenciano le ha parecido tendencioso y, como es sabido, ha formulado una reclamación a la Junta Electoral denunciando a cuatro cadenas de TV. ¡Menuda temeridad! De todos modos, y en cuanto nos concierne, procuraremos ser semánticamente cautos a lo hora de aludir a los individuos del PP enredados en irregularidades y, de venir a cuento, los mencionaremos como presuntos -que no falte la muletilla- churimangantes, afanadores o pillastres.

Para su desgracia, decimos del PP valenciano, la dirección nacional del partido le ha obligado a envainarse la protesta, provocando al mismo tiempo una súbita profesión de fe en la libertad de expresión y de información, con lo que sin duda trata de paliar la metedura de pata. El mismo Esteban González Pons, vicesecretario de Comunicación y egregio paisano nuestro, ha proclamado a raíz de este episodio que "la libertad de prensa es sagrada", lo que nos induce sospechar que participa en un concurso que puede ser de humoradas tanto como de cinismo. ¿O es que ignora el embargo que tales libertades han padecido en RTVV a mano de sus cofrades? De esas libertades y de todas, como acaba asimismo de acontecer con la portavoz del Consell, Paula Sánchez de León, que ha pretextado cláusulas de intimidad y confidencialidad para ocultar las retribuciones de los periodistas participantes en un programa de la televisión autonómica. Al parecer, esta pintoresca señora confunde los deberes de la alcoba con los de la Administración pública.

Y Ángel Luna, el portavoz del PSPV en las Cortes. Otro descalabro para el PP, que creyó poder neutralizar por vía judicial a su incisivo e implacable crítico parlamentario. Para su desgracia, no ha prosperado por falta de pruebas su acusación de encubrimiento, por lo que seguirá padeciendo los aguijonazos del diputado socialista, siempre documentados y veraces. De ahí que los populares hayan de recurrir, como en esta ocasión, a meros formalismos procesales que no rebaten ni atenúan las conductas delictivas que les implican y que, además, son conocidas.

Por fin, una buena noticia: el presidente Camps ha superado felizmente su dolencia y se anuncia su próxima incorporación a la lucha, obviamente electoral. Lo celebramos, por él mismo en primer lugar y también por nosotros, críticos de sus hazañas así como cronistas de su ocaso político.

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