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Columna
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Atrapa a un ladrón

Vistas del revés, las cosas cambian tanto que algunas se convierten justo en lo contrario de lo que eran. Por ejemplo, lees que un delincuente robó en una garita del Metro 400 abonos de transporte anuales valorados en unos 243.000 euros y puedes pensar que lo que es un atraco es que esos abonos valgan ese dinero.

Todos los ladrones se creen Robin Hood y fuera de los libros no lo es ninguno, por supuesto, pero también es verdad que en este mundo en el que cada vez es más difícil nadar a contracorriente contra las corrientes de opinión, casi nadie se atreverá no ya a decir semejante cosa, sino ni siquiera a pensarla: vivimos rodeados por cámaras de seguridad que registran cada uno de nuestros movimientos, como lo hicieron las que grabaron a ese ratero, pero también por nosotros mismos, porque eso es lo que hacen las personas que no se atreven a decir lo que opinan porque temen quedarse fuera del círculo de la corrección política y traspasar la raya del pensamiento único: tener cuidado con lo que piensan, vivir en sus propias casas bajo arresto domiciliario.

Las multas han bajado un 70% tras reducirse el límite de velocidad a 110 kilómetros por hora

Según Juan Urbano, no hay mejor representación de este mundo puesto boca abajo por sus dueños, que la fotografía en la que se vio hace poco al Gobierno, la patronal y los sindicatos celebrar con alborozo el abaratamiento del despido. Los siniestros mercados son un poco más felices con cada desempleado que consiguen añadir a la lista y las cajas fuertes más grandes siguen estando llenas. El dinero cambia de manos, pero no de dueño.

Cortar los árboles es lo que no deja ver el bosque, y mientras festejamos la detención del salteador que se llevó los abonos azules del Metro y que los revendía a 70 u 80 euros, no pensamos que el disparate es que valgan 600.

El tráfico de Madrid, mientras tanto, sigue siendo un desastre, porque los problemas no se solucionan escondiéndolos bajo tierra, pero también sigue siendo un gran negocio. O lo era, porque da la impresión de que algunas cosas empiezan a salirles mal, por ejemplo, el truco de reducir el límite de velocidad a 110 kilómetros por hora para multiplicar por dos las multas, porque parece que hemos decidido rebelarnos a base de obedecerles y las multas han bajado más de un 70% desde que esa medida entró en vigor. Si esa tendencia se mantiene, me apuesto algo a que dentro de poco la suben a 130. No vaya a ser que la gente se acostumbre a quedarse a la puerta de las trampas.

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La policía miró las filmaciones del Metro, interrogó a cada viajero que entraba en la estación donde fueron robados los billetes de color azul y ha detenido al hombre que los robó. Ahora, podrán seguirlos vendiendo a 600 euros, que es lo que muchos cobran al mes, y la ley habrá vuelto a triunfar. Todos tan contentos.

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