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Reportaje:ECONOMÍA GLOBAL

Para qué sirve un rescate

La ayuda financiera a Grecia e Irlanda no logra abaratar su financiación

Alicia González

En mayo de 2010, Grecia se vio forzada a pedir ayuda financiera a sus socios europeos porque el mercado le exigía un tipo de interés del 12,4% para financiarse, un nivel imposible. Se suponía que una vez garantizada la financiación hasta 2012 y emprendido el programa de ajuste, la desconfianza de los mercados remitiría y, según los planes de propio Gobierno de Atenas, Grecia podría volver a los mercados a lo largo de este ejercicio. Esta semana la rentabilidad del bono a 10 años rondaba el 12,9%.

Lo peor es que Grecia no es un caso aislado [ver gráfico]. Irlanda sigue una senda similar y, Portugal tiene muchas papeletas de repetir ese patrón. Lo cual provoca una pregunta inevitable: si los planes de rescate no cumplen con su objetivo teórico de permitir que las economías estabilicen sus desequilibrios y sean capaces de volver a los mercados, ¿para qué sirve un rescate financiero?

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No cabe duda de que salir de una crisis como la actual en el marco de una unión monetaria, sin posibilidad de devaluar la divisa, es mucho más complicado. Pero lo que sí responde punto por punto al manual tradicional es la pérdida de autonomía fiscal por parte de los gobiernos.

A cambio de lograr los fondos necesarios para poder hacer frente a sus vencimientos de deuda, se comprometen a aplicar estrictos programas de ajuste fiscal e impopulares reformas estructurales que, como en el caso de Irlanda, son castigados por los electores en las urnas. "Por eso los gobiernos se resisten tanto a solicitar el rescate", puntualiza Estefanía Ponte, de Cortal Consors.

Es comprensible que en algunos casos se produzca lo que se conoce como fatiga reformista, por el desgaste que conlleva implementar esos programas. Lo que podría hacer desconfiar a los inversores. Pero aunque Grecia e Irlanda han ejecutado bastante al pie de la letra sus acuerdos, ni con eso han conseguido abaratar el coste de la financiación.

"No bajan las primas de riesgo porque, más allá de los titulares, los 27 no lograron avanzar en el último consejo europeo hacia un modelo estable de resolución de crisis. No hay una institución que vaya a sustituir al BCE en la compra de bonos en el mercado secundario y la autoridad monetaria ya ha dicho que quiere dejar de hacerlo cuanto antes", explica desde Boston Natacha Valla, economista de Goldman Sachs en Europa.

Una de las principales críticas al manejo de la crisis soberana por las instituciones europeas es que su respuesta ha ido siempre por detrás de los acontecimientos y, dado que los mercados parecen estar cada vez menos nerviosos con los rescates financieros, el establecimiento de un mecanismo definitivo de resolución de crisis se ha vuelto a aplazar hasta el mes de junio.

Es esa creciente complacencia de los mercados con los rescates financieros dentro de la unión monetaria lo que más preocupa a los analistas del banco BNY Mellon. En una nota a clientes, el banco insistía esta semana en que el verdadero debate en torno a la crisis soberana europea es "que pese a los rescates del año pasado, el sentimiento de los inversores hacia Grecia e Irlanda ha seguido deteriorándose". Aunque sea por razones muy distintas.

En el caso de Irlanda, las reticencias del nuevo Gobierno a las condiciones del rescate han provocado dudas sobre su cumplimiento y la prima de riesgo se ha resistido a bajar. Aunque la publicación de las pruebas de resistencia a la banca con un alto nivel de exigencia y llevadas a cabo por organismos independientes con notable transparencia le han permitido abaratar el tipo de interés que le exigen los inversores en los últimos días. "Pero su evolución está muy ligada a lo que suceda con su sector financiero", advierte Alexandra Estiot, de BNP Paribas, en un reciente informe.

Para el Gobierno irlandés es fundamental lograr un tipo de interés más barato a la ayuda internacional, actualmente al 5,8%. Lo primero porque Grecia arrancó ese gesto a los 27 el pasado mes de marzo, algo que negaron a Dublín, y lo segundo porque eso supondría un ahorro de unos 450 millones de euros al presupuesto. A cambio, Irlanda se ha negado a ceder a las presiones comunitarias y elevar el tipo del impuesto sobre sociedades desde el 12,5% actual, responsable en buena medida del elevado asentamiento de multinacionales en el país. "Pero si al Gobierno le dan a elegir entre mantener el tipo del impuesto de sociedades o abaratar el coste del rescate, sin duda optaría por el primero", asegura Antonio García Pascual, economista jefe para el Sur de Europa [más información en página 29]

En el caso de Grecia, parece haber consenso entre los analistas sobre lo inevitable de una reestructuración de su deuda soberana, "quizás sin quita del nominal del activo pero parece especialmente inevitable a partir de 2013". Las propias autoridades europeas dejan entrever que la reestructuración ya es una opción. De hecho, el presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, no fue nada rotundo en este punto en su rueda de prensa del pasado jueves. "Ahora nos ajustamos al plan que tenemos [con Grecia] y hasta que eso cambie nos limitaremos a aplicar ese plan".

Valla cree que hay una alternativa. "No necesariamente tienen que ir hacia un proceso de reestructuración aunque sí hacia un acuerdo que les dote de una cierta flexibilidad. Pero ante todo, deben hacer todo lo posible por cumplir los programas de ajuste, que sean creíbles y reduzcan la incertidumbre".

Con una economía estancada y el efecto de los planes de austeridad sobre el crecimiento, parece difícil que Atenas pueda alcanzar el superávit primario previsto en su plan de ajuste para 2012. Y esa es una condición indispensable para estabilizar la deuda. Sin duda, uno de los principales reproches que se le pueden hacer a los planes de rescate, como admiten los analistas de Nomura: "Los ejemplos de Grecia y luego de Irlanda demuestran que los rescates no son necesariamente una receta para una recuperación sostenida". Y sin crecimiento que genere actividad e ingresos y que permita, a su vez, reducir la carga de la deuda, difícilmente pueden estos países recuperar la confianza de los inversores.

Puede que no sea así en el caso de Portugal. "Creemos que ni la situación de las finanzas públicas ni las estadísticas del sector financiero son tan difíciles; de modo que una asistencia que les permita hacer frente al primer problema de financiación, podría resultar más beneficiosa" para el país, advierten desde el banco japonés. Ese extremo aún está por ver pero tras registrar uno de los peores desempeños económicos de la década es fácil que, a poco, el escenario pueda mejorar.

Desde la izquierda, los primeros ministros de Irlanda y Grecia y el presidente de Chipre, en Bruselas.
Desde la izquierda, los primeros ministros de Irlanda y Grecia y el presidente de Chipre, en Bruselas.YVES HERMAN (REUTERS)

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.
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