"Las películas sobre víctimas son aburridas"
Los camareros del Hotel Londres de San Sebastián reciben a Kim Longinotto con un arqueo de cejas. La directora de documentales se quita los zapatos y se sienta como un indio en uno de los sofás. Longinotto ha firmado cerca de una veintena de trabajos en 30 años de profesión, casi todos con un denominador común: la denuncia de las injusticias que sufren las mujeres. Hoy recibe el premio del noveno Festival de Cine y Derechos Humanos por su trayectoria y a las 19.00, en el Victoria Eugenia, se proyectará su último documental, Pink saris, que narra el trabajo de la activista india Sampat Pal en defensa de los abusos que sufren las mujeres de su país.
Pregunta. ¿Por qué se especializó en documentales?
Kim Longinotto
(Londres, 1952) decidió dedicarse al cine cuando se esfumó su sueño de ser escritora o periodista. "En la Universidad me di cuenta de que no era tan buena escribiendo como creía. Entonces decidí contar historias en vez de con las palabras, con las imágenes", asegura. Longinotto es una de las realizadoras de documentales más afamadas de Europa, con trabajos como Eat the kiomono o Divorce iranian style.
"Siempre digo que la vida es mucho más extraordinaria que la imaginación"
"Para que las cosas cambien hay que escribir sobre ello, denunciar"
Respuesta. Siempre digo que la vida es mucho más extraordinaria que la imaginación. Si me hubiera inventado a la protagonista de Pink saris la gente no se creería al personaje, por eso prefiero realizar documentales a cualquier otro género.
P. ¿Por qué sobre mujeres?
R. Las mujeres valientes son las únicas que pueden cambiar las cosas en sitios como India o Sudáfrica. Son ellas las que luchan por cambiar su situación y no los hombres, que tienen una vida más cómoda. Me gusta que el público vea una película que se desarrolla ante sus ojos, que no le diga en lo que tiene que creer o no, que observe y luege saque sus conclusiones.
P. ¿Cree que sus trabajos pueden cambiar el mundo que retratan?
R. Los medios de comunicación ayudan a que se produzcan cambios. También el boca a boca. Lo hemos visto con las revueltas del mundo árabe. En cualquier caso, me sentiría muy feliz al pensar que formo parte, aunque sea pequeña, de cualquier cambio que sea positivo, a mejor. Para ello hay que hablar de lo que no está bien, denunciarlo, escribir artículos y documentarlo, por ejemplo, a través del cine.
P. ¿Cuál es la mayor injusticia que sufren las mujeres?
R. La ablación genital, los matrimonios concertados de niñas con hombres mayores que ellas... Cuando vemos estos casos nos deberíamos dar cuenta de la suerte que tenemos de haber nacido donde hemos nacido y del tiempo en el que lo hemos hecho y de haber estudiado y de poder elegir lo que queremos y lo que no queremos.
P. ¿Qué le han enseñado las mujeres a las que ha retratado?
R. Me han dado grandes lecciones de humildad. Tengo clarísimo que no soy una persona rebelde, soy más bien de naturaleza tímida. He recibido una educación y ellas nada, y aun viviendo situaciones tan difíciles, consiguen hacer cosas impresionantes. Son personas muy valientes.
P. Aunque no se considere rebelde lleva 30 años haciendo cine comprometido. Otros hace tiempo que habrían desistido.
R. Insisto, no soy rebelde. Yo sigo a las rebeldes. Mi trabajo es mucho más fácil que el de cualquiera de ellas. Simplemente he pasado tres meses en India, he grabado y después he vuelto a mi casa, cómoda, donde me tomo un té caliente todas las mañanas. Ellas son las rebeldes, las valientes y las que asumen muchos riesgos por lo que hacen.
P. Su cine no es compasivo. Siempre muestra a mujeres que luchan contra las injusticias que cometen contra ellas.
R. Las películas que hablan de víctimas son aburridas. Las mujeres de mis documentales no se consideran víctimas, sino supervivientes. Rodé un documental en Sudáfrica sobre un grupo de mujeres que ayudaban a otras que habían sido violadas. Cuando hablé con ellas y una me contó su caso, le confesé que yo también había sido violada. Hasta entonces lo había vivido como una vergüenza; cuando lo dije, ese sentimiento se transformó en el orgullo de haber sido capaz de sobrevivir y poder hablar de ello.
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