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Columna
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¿Está el enemigo?

Comentaristas seguramente más avezados que este servidor han analizado estos días el pasmo del PP después de que Zapatero anunciara su renuncia a presentarse a un tercer mandato. La cosa recuerda bastante a aquel famoso coloquio que el humorista Gila sostenía por teléfono diciendo lo de "¿Está el enemigo? ¡Pues que se ponga!", solo que aquí los populares han tenido el inesperado tropiezo de la sorpresa que burla su cansino estribillo del "déjalo que caiga". Es decir, el enemigo no es tanto el que hasta ahora figuraba como tal sino que ahora pueden preguntar por él hasta en su propia casa. Y esto, señores, es una piedra en el camino para quienes hasta anteayer han confiado en la abstención como principio fundamental de la gravedad. Una absoluta novedad.

Confundir un proceso interno del PSOE con una señal de claudicación es puro oportunismo

El desconcierto popular en este trance también corrige la táctica de Feijóo que, habiendo fracasado en las reformas anunciadas para Galicia, tenía la costumbre, por lo demás bastante normal en la oposición, de achacar al presidente todos los males habidos y por haber empezando por la retahíla contable de la falta de presupuesto, que es algo así como si la selección española de fútbol, una vez comprobado que el campo de Lituania era de arena, siguiera suspirando por los verdes prados. El truco puede funcionar muy bien una temporada y de hecho ha funcionado, pero llega un momento que hay que empezar a mostrar las cartas para salir de esa manera tan conservadora (cierto, va en su naturaleza) de concebir la cosa pública. Si hay que jugar en la playa de Riazor, no valen excusas.

Empieza pues una fase del torneo playero en la que, ahora sí, se hacen necesarias de una vez las ideas de gobierno, tan camufladas bajo el manto del catenaccio defensivo y de los balones fuera y por lo menos que se vea que hay cierta intención en ese viejo principio neoliberal del "dejar hacer, dejar pasar". La vista gorda es un preludio incuestionable de la vista cansada y habrá que empezar a hilvanar unas cuantas recetas sobre cómo salir de este infierno, más allá de la admiración que nuestra derecha ha demostrado por el programa Cameron y de su profunda fobia a algunas leyes civiles del zapaterismo, como la del aborto o la del matrimonio homosexual, dado que su recurso al Estatuto de Catalunya será moneda de cambio dependiendo de las componendas.

Adelgazar el Estado hasta extremos tan livianos, reducir el déficit a costa de los servicios públicos, amenizar la función con la tan cacareada rebaja de impuestos -porque parece que la cosa puede ir por ahí a juzgar por el reparto de actores- puede ser el pan para hoy y el hambre para mañana. Nuestra oposición, que gobierna en las encuestas de forma apabullante, no puede desgañitarse además pidiendo unas elecciones anticipadas en plena reforma, lo dice hasta un clásico como Marcelino Botín. Podemos estar más o menos de acuerdo con muchos de sus juicios -el paro es evidentemente lo más obsceno- pero confundir un proceso interno del PSOE con una señal de claudicación es puro oportunismo. La crisis, desgraciadamente para todos, está en otra parte.

Otra cosa muy importante para Galicia será la hipotética cohabitación de un gobierno popular al tiempo en Santiago y en Madrid, con dos gallegos, Rajoy y Feijóo, alérgicos al nacionalismo y cada vez más decididos a alejar a Galicia por todos los medios de una variante similar a la de Catalunya o Euskadi. Cierto es que este tema atañe más a nuestra propia capacidad de ilusionarnos con un proyecto "diferente" del que existen pocas señales, pero cada vez es más cierto que Galicia con ellos va a ir a ganar tiempo al banderín de córner y seguir tirada en el campo presuntamente "lesionada". La "soberanía" de Castilla y León o Valencia parecen ser suficientes en estos momentos para el país de Castelao y al parecer es un mensaje que ha calado en buena parte de los votantes de un partido que parece vivir de administrar los errores ajenos.

Si tenemos en cuenta que la mirada de nuestros mandatarios está ya en 2012 es normal que les moleste el cambio de posiciones en las filas enemigas. Cuando hay demasiado tiempo para pensar el cerebro suele desgastarse, y eso es algo que hace daño a la política energética de nuestros "regeneracionistas". Eso y que ya no funciona decir que perdimos por el arbitraje.

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