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Columna
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Folletín

David Trueba

La crónica rosa ha sustituido al folletín clásico. Vidas extremas de personajes enfrentados a los delirios del azar y la pasión. Los culebrones exprimieron hasta tal punto la esencia de la ficción romántica que la dejaron seca. Ahora las telenovelas solo sobreviven en el terreno de la ironía, uno las mira sin creer en ellas, con lo cual pierden mucho de su encanto. En cambio, los programas que retratan esa realidad alterada de las familias más relevantes del cotilleo y su currículum delictivo son seguidos en sus entregas por capítulos, con cruce de debate y análisis visceral, en una ficción que cumple con su reto más primario: parecer creíble.

El estreno en salas de la versión reducida a cuatro horas y media de los seis episodios de Misterios de Lisboa ha convocado un público fiel, pero también el entusiasmo de la crítica. Raúl Ruiz, director de la versión de la novela de Castelo Branco Misterios de Lisboa, publicada en 1854, se plantea rodar la continuación: El libro negro del Padre Dinis. Ambos novelones ya fueron el nutriente de una telenovela luso brasileña, Pasiones prohibidas, por lo cual el reto de la nueva versión era devolver al material su fulgor original. Rodada con belleza y habilidad, que transforma en hallazgo de estilo cualquier carencia presupuestaria, la peripecia sentimental y detectivesca crece en círculos concéntricos, desarrollando personajes y pasiones, pero sin la desustanciada rítmica con que la fórmula de los culebrones machaca cualquier material.

Uno tiene la sensación de asistir al folletín de trazas clásicas sin poder evitar lamentar que la evolución del género rey del siglo XIX haya sido degradada en los años posteriores en su volcado al lenguaje audiovisual. Es algo así como si uno considerara esa canción de Georgie Dann del "cachete con cachete, pechito con pechito", como la evolución contemporánea del Cheek to Cheek de Irving Berlin. Dan ganas de ponerle una querella a tu partida de nacimiento.

En la trama de hijos naturales y reencuentros imposibles, entre actores franceses y portugueses no todos de la misma calidad, destaca la interpretación de Adriano Luz, que interpreta a un cura de Chesterton en trama de Victor Hugo. La calidad de la apuesta fomenta el mestizaje entre pantallas, rompe las costuras de su explotación comercial.

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