Gbagbo rechaza rendirse pese a estar acorralado en Abiyán
Francia culpa del fracaso a la "intransigencia" del político
La suerte del presidente saliente de Costa de Marfil, Laurent Gbagbo, está echada: se encuentra acorralado en un búnker situado en el subsuelo de su residencia privada en el barrio de Cocody, en el centro de Abiyán, rodeado de tropas fieles a su rival, el presidente electo Alassane Ouattara, que emprendieron ayer el asalto final.
Pero no acaba de decidirse. Durante toda la tarde del martes, el ministro de Asuntos Exteriores de Gbagbo, Alcide Djedjé, negoció con Francia, con la ONU y con representantes de Ouattara las condiciones de la rendición. El ministro de Asuntos Exteriores francés, Alain Juppé, aseguró ayer en la Asamblea Nacional francesa que estas negociaciones "fracasaron por la intransigencia" del presidente saliente. "Hay nuevos combates" para tomar la residencia privada de Gbagbo y "ni la ONU ni la Fuerza Licorne [fuerzas pacificadoras francesas, con 1.600 efectivos, de apoyo a la ONU] intervienen, ya que se encuentra fuera de la resolución 1975 de la ONU", añadió Juppé.
Las fuerzas de Ouattara cercan el búnker del presidente saliente
A Gbagbo se le exigió que firmara un documento reconociendo que, como admite toda la comunidad internacional, perdió las elecciones en noviembre de 2010 y, por consiguiente, ya no es el presidente de Costa de Marfil.
No lo hizo. Y eso que, según informó ayer el periódico Le Monde, ya se había anunciado la presencia de un Gbagbo derrotado acudiendo a la Embajada francesa en un Mercedes negro. Según este periódico francés, la esposa del presidente saliente, Simone, que al parecer ejerce mucha influencia, fue quien le convenció en el último momento y la que le recomendó no sufrir esa humillación.
Las condiciones de la negociación no se conocen. Pero se especula que está vinculada al futuro judicial de Gbagbo (el Tribunal Penal Internacional ya ha anunciado que investigará las matanzas presuntamente cometidas por ambas partes) y al de sus cuentas bancarias en Estados Unidos.
En vista de que las negociaciones no llegaban a ninguna parte, Ouattara ordenó ayer el asalto final a la residencia personal del expresidente marfileño. Esta se encuentra ubicada en un complejo "bastante extenso", según explicaba ayer en la televisión francesa el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Bernard Valero. "Y los soldados de Ouattara parece que se despliegan poco a poco", añadió. Ouattara, por su parte, ordenó, según explicó un portavoz, respetar la vida de Gbagbo. "Vamos a sacarle de su agujero y a ponerle a disposición del presidente de la República", explicó a la agencia France Presse Sidiki Konaté, portavoz del primer ministro de Ouattara.
Por su parte, Gbagbo admitió: "No soy un kamikaze. Amo la vida. Mi voz no es la voz de un mártir. No busco la muerte, pero si la muerte llega, pues llega". Mientras, en una prueba de ironía y de humor negro, la televisión fiel a Ouattara emitía ayer la película La caída, que describe los últimos días de Adolf Hitler en Berlín, rodeado de las tropas rusas y escondido en su búnker, antes de suicidarse.
Nada le queda a Gbagbo: algunos de los oficiales de alto grado desertaron el martes y reclamaron que cesen los combates. El martes, también, los helicópteros de la ONU acabaron con algunas baterías y blindados de su ejército, según explicaron los periódicos Le Figaro y Le Monde.
Los combates comenzaron el lunes de la semana pasada. En pocos días, las tropas de Ouattara se plantaron en la capital económica de Costa de Marfil, Abiyán, donde esperaban doblegar a Gbagbo en pocas horas. Pero sobrevaloraron sus fuerzas y su avance, y minusvaloraron las defensas (y la determinación suicida) del presidente saliente.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.